Él se Deleita en Misericordia
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).
Dios está hablando aquí tanto de su propio corazón como del nuestro. Su disciplina no le resulta gozosa, sino dolorosa. Cuando Dios interviene para juzgar, él cubre a sus hijos mientras los disciplina. Busca incluso el más mínimo signo de tristeza o arrepentimiento, y se detiene ante el primer indicio de uno. Él anhela decir: “Ya basta, no más. Me duele demasiado castigarte”.
Amado, debes tener un encuentro con este asunto del dolor de Dios. Cuando otros están tratando de lastimarte, tienes que llevar cautivos tus pensamientos y decir: “Oh, Señor, déjame orar por mis enemigos, por aquellos que están tratando de herirme”.
Dios ama al pecador más malvado y vil de la calle; y si ama a esa persona, ¿cuánto más ama al cristiano que te hace daño y se ha hecho tu enemigo?
Quizás ya tengas una idea de lo lejos que estamos del corazón de Dios. Todavía tenemos mucho que aprender de su corazón. No, él no se deleita en el juicio. No se complace en la destrucción de los impíos ni en el castigo de sus hijos. Al contrario, le duele muchísimo.
Déjame decirte en qué se deleita el Señor. “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18-19).
Gracias a Dios por su gran compasión que está disponible para todos. ¡Él se deleita en misericordia!