Abriendo las Ventanas del Cielo

David Wilkerson (1931-2011)

El Nuevo Testamento está lleno de promesas que demuestran que a Dios le encanta responder las oraciones de su pueblo. Una de las promesas más familiares de las Escrituras se encuentra en Efesios. Todos lo sabemos bien, pero pocos vivimos como si lo creyéramos. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).

Dios es capaz de responder nuestras oraciones, pero quiere hacerlo por nosotros mucho más de lo que podamos imaginar. Él quiere respondernos no según nuestras insignificantes peticiones sino según sus riquezas y su poder.

La Biblia nos dice que él se inclina a respondernos con abundancia. “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo” (Lucas 6:38). “Como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios 2:9-10). “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:4). “[Confía]… en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17).

¡Dios prácticamente nos está rogando que pidamos grandes cosas!

Nos gusta llamar al Señor: “Nuestro Rey”, pero ¿oramos grandes oraciones dignas de la grandeza de nuestro Rey? Un rey está obligado a cuidar de sus súbditos, y su pueblo lo honra pidiéndole mucho, creyendo que él tiene todo lo que necesitan y lo proveerá en abundancia. Querido hermano, no puedes llamar a Dios, “Mi Rey” y luego acusarlo de permitir que uno de sus súbditos siga necesitado.

¿Has avergonzado a Dios con tus insignificantes peticiones? “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).

 
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