Acercándonos a Dios
La palabra de Dios contiene una promesa poderosa: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8).
Esta es una gran promesa de victoria sobre todo pecado. Sin embargo, no puedes producir esta victoria por ti mismo. No puedes limpiar tus propias manos ni purificar tu propio corazón. ¿Quieres manos limpias y un corazón puro? ¿Quieres victoria sobre la culpa, la tentación y todo perseguidor maligno que venga contra ti? Entonces debes acercarte a Dios y creer que él está cerca de ti. Todo depende de la cercanía de Dios. Acércate a él, cree que él está contigo, y él se encargará de todos los enemigos en tu carne.
Quizás te preguntes: “Pero ¿cómo puedo acercarme a Dios?” La respuesta es muy sencilla. Solo tienes que ir al Señor y hablar con Él en cualquier momento, en cualquier lugar, durante todo el día. En la ducha, de camino al trabajo, en el trabajo, en todas partes háblale a Él, acercándote con plena certidumbre de fe.
Hace años trabajé con la difunta Kathryn Kuhlman. Esa querida mujer de Dios solía trabajar diecisiete horas al día. A menudo yo me preguntaba: “¿Cuándo tiene tiempo para encerrarse en su lugar secreto y orar?”
Entonces me di cuenta de que siempre parecía estar murmurando para sí misma. ¡Estaba orando! Oraba mientras conducía su coche y subía en ascensores. Ella hablaba con el Señor dondequiera que iba.
Un día, ella me dijo: “David, la Biblia dice que debemos orar sin cesar. Yo le hablo al Señor todo el día. Él es tan real para mí como lo eres tú. No tengo que correr a algún lugar para intentar ponerme en sintonía con Él porque hablamos todo el tiempo”.
Amado, Dios siempre está ahí para ti. Yo creo en la oración en el lugar secreto, pero tu lugar secreto puede estar en el metro, en tu auto o en cualquier lugar donde te encierres con Él. Cuando practicas acercarte a Dios todo el día, Él se acerca a ti.