Afinando tu Mente y Espíritu

Gary Wilkerson

Si hay una palabra que expresa la naturaleza de Dios, es armonía. Desde el momento en que él extendió los cielos y llenó la tierra de vida, todos los componentes trabajaron juntos. Vemos esta sinfonía a nuestro alrededor, desde las estrellas hasta las selvas y las cavernas escondidas en lo profundo del océano.

Es lo mismo con los humanos. Dios diseñó cada parte de nosotros para trabajar juntos en sincronicidad divina. Hoy, incluso con nuestro conocimiento avanzado, solo hemos raspado la superficie de la interconexión entre mente, cuerpo y espíritu.

Lo que sabemos con certeza es que una buena salud equilibrada depende de nosotros y que somos más fuertes en algunas áreas que en otras. Exprimir el tiempo para el ejercicio físico compite con mi necesidad de pasar tiempo con Dios. Mi teléfono y mi computadora me amenazan con una sobrecarga mental, y luego estoy estresado con mis seres queridos. ¿Dónde encontramos el equilibrio?

Primero, pídele a Dios que te muestre las áreas de tu vida que necesitan nutrición. A veces incluso necesitamos pedir deseo y motivación. Pide sabiduría, recursos, ayuda de otros. Él es la fuente, ¡así que pide en grande! Las Escrituras nos dan un impulso de fe: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

En segundo lugar, da un paso a la vez. Una llamada telefónica para animar a alguien, diez minutos en oración o una vuelta a la manzana son más beneficiosas de lo que crees. Es importante establecer metas realistas que nos den confianza para avanzar.

Tercero, extiéndete. Gálatas 6:2 dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. Pedir ayuda honra a Dios y da a otros la oportunidad de servir. Las personas en el liderazgo a menudo luchan con esto, sintiendo que siempre deben ayudar. Es importante recordar cuánto confió Jesús en sus discípulos y modeló la vida relacional.

No subestimes tu valor. Tú y yo estamos exquisitamente diseñados y merecemos atención. Como “instrumentos de justicia” (ver Romanos 6:13), nuestras vidas son un canto de alabanza a nuestro creador. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).

 
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