Alégrate en Tus Aflicciones
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio” (Filipenses 1:12). Cuando Pablo escribió esto, era un hombre mayor con años de experiencia. En medio de una de las peores pruebas de su vida, estaba hablando desde el corazón a sus amigos.
Desde que caminaste con Jesús, seguramente has conocido el dolor, las pruebas y las aflicciones. ¿Cómo has respondido a estos desafíos? ¿Cuál ha sido el resultado de tus experiencias? ¿Han sido todas tus aflicciones en vano, o has aprendido del amor y la fidelidad de Dios en medio de ellas?
Digamos que eres un creyente dedicado que ha entregado su vida por Jesús. Tienes una carga por un mundo moribundo. Lloras por los perdidos y tienes un mandato claro de ganar almas. Les dices a todos tus amigos que vas a una ciudad en particular para testificar de la gracia de Dios.
Después de llegar, tus amigos en casa reciben la noticia de que Dios no te está usando en absoluto. Nada ha salido como lo habías planeado; de hecho, tu ministerio está muerto. No tiene nada que mostrar por tus esfuerzos y, en lugar de animar a la ciudad para Cristo, has terminado en la cárcel.
¿Cómo reaccionarías tú si todo lo que tuvieras para mostrar por tu dedicación, trabajo y sacrificio fuera un fracaso total? Algunos cristianos se enojarían. Dudarían de la palabra de Dios y cuestionarían la dirección del Espíritu. Sin embargo, otros cristianos responderían como lo hizo Pablo, regocijándose de haber sido considerados dignos de sufrir por causa de Cristo.
Pablo no trató de entender sus aflicciones. Él respondió con gozo, fe y esperanza porque sabía que estaba en formación como testigo de Dios. Él escribió a sus amigos desde la cárcel que su situación era el tema de conversación en el palacio de César. Todos en Roma hablaban de que Pablo estaba en la prisión por predicar acerca de Jesús. Debió haber sido todo un espectáculo en esa celda de la prisión. Un judío flacucho animaba a todos los que lo rodeaban: “¡Alégrense en sus tribulaciones, Dios es fiel!”.
Pablo no desperdició ninguna de sus aflicciones porque sabía que cada una de ellas tenía un propósito divino. De la misma manera, el Señor nos observa para ver cómo nos comportamos durante nuestras pruebas.