Amargándonos o Mejorando
En nuestra humanidad, parece que tenemos una inclinación a enfocarnos en nuestros problemas. A veces con razón, porque pueden haber tremendos desafíos abrumadores.
Muchos de ustedes se enfrentan a cosas increíbles. En nuestro ministerio en World Challenge, recibimos miles de cartas y correos electrónicos de personas que simplemente derraman sus corazones en peticiones de oración. He leído algunos de esos últimamente. Honestamente, es impactante lo que muchas personas están viviendo: adicción a las drogas, alcoholismo, infidelidad, relaciones rotas, problemas financieros. La lista sigue y sigue.
Sin embargo, muchas personas obtienen su “pan de cada día”, por así decirlo, viendo las noticias, leyendo informes en línea o viendo “reality shows” que están llenos de mentiras, engaños, asesinatos, robos y todo tipo de depravación una y otra vez. No es sorprendente que la gente esté deprimida y el suicidio esté en su punto más alto.
Incluso muchos creyentes están siendo sacudidos en su fe y en su caminar, sintiendo que Dios no está con ellos. Gente se ha vuelto en su contra y ellos han comenzado a hacerse las preguntas de: “¿Quién soy yo? ¿Para qué estoy aquí? ¿Vale la pena?”
Hoy quiero traerles una palabra que creo que es una palabra maravillosa.
Pedro escribió a la iglesia primitiva y alentó a los creyentes: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).
Cuando vienen las pruebas, podemos mejorar o amargarnos. La oportunidad está ahí, pero es nuestra respuesta a la crisis. Las crisis no son lo que hace que nuestra fe flaquee o nos cambie. Nuestra respuesta a una crisis es lo que determina si mejoramos o nos amargamos.
Compórtate con valentía. Admite y reconoce el dolor y el sufrimiento, pero también reconoce y admite igualmente que tenemos una esperanza eterna. La esperanza es una expectativa de que la bondad de Dios vendrá a nosotros, no importa cuán profundos, cuán oscuros o cuán prolongados sean nuestros problemas. Tenemos una esperanza viva a través de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
La misericordia de Dios está disponible en abundancia para nosotros hoy. Él nos ha vuelto a traer una esperanza viva.