Amistad con Dios

Mark Renfroe

Siempre he sentido una falta de amistad. Estoy seguro de que eso viene por ser hijo único, al menos en parte; otra parte sería simplemente el mundo en el que vivimos, donde las relaciones suelen ser condicionales o situacionales. Aun así, he descubierto que mi preocupación por lo que la gente piensa de mí y mi deseo de tener amistades a menudo me han llevado a esforzarme demasiado. Intento trabajar por cosas que sólo puede dar la otra persona.

Lo maravilloso de la amistad con Dios es que él me conoce plenamente, me ama completamente y es quien inicia la amistad. ¡No hay nada mejor que eso! Sin embargo, que atrapado tratando de “trabajar por ello”.

Durante demasiados años trabajé para ser fructífero en Cristo. Bien, para ser completamente honesto, trabajé para lograr el éxito. Sólo después de experimentar una insatisfacción significativa me di cuenta de que el éxito y la fruto no son lo mismo. La gente trabaja para el éxito. Algunos lo logran; otros no. Como Dios lo describe, el fruto es el desbordamiento de su obra en nuestra vida. La rama no trabaja para dar fruto. Simplemente permanece en la vid. Si permanecemos en él, descansando plenamente en la relación que él nos ha extendido, permitiendo que su alimento vivificante fluya hacia nosotros y a través de nosotros, aceptando gozosamente su poda, Dios producirá el fruto.

No trabajamos para "ganarnos" la relación; no trabajamos para ganar fruto.

Ahora, por favor, escúchenme: no estoy en contra de las disciplinas espirituales ni de que obedezcamos los mandamientos bíblicos. Simplemente digo que la amistad de Dios y la transformación que su presencia trae a nuestras vidas es un regalo gratuito que no podemos ganar ni controlar.

Dios nos regala una cosa más relacionada con su amistad y fruto: la vida eterna. La mayoría de los cristianos equiparan la vida eterna con ir al cielo. Seguramente incluye eso, pero es mucho más. El apóstol Juan escribió: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Empezamos a conocer a Dios aquí en la tierra; entonces, en el cielo, nuestro conocimiento de Dios será perfecto de una vez por todas.

Hoy, espero que te sientes y pienses en cómo la generosidad de Dios afecta tus puntos de vista sobre la amistad, el fruto y la vida eterna. Estos tres regalos deberían llenarnos a cada uno de nosotros no sólo de una increíble gratitud sino también de paz.