La Respuesta de un Creyente a la Profecía
Cuando un profeta viene con un mensaje de advertencia, a menudo las personas quieren que el profeta les dé consejos específicos, una respuesta sobre qué hacer. A veces, Dios le da una palabra al profeta; pero más a menudo, corresponde a cada hombre de Dios tener en cuenta la palabra para su propia familia. Así como un pastor tiene la mayordomía de la iglesia, un hombre de Dios debe dar cuenta de su propia familia.
José oyó a Dios decir que almacenara alimentos para la temporada venidera (ver Génesis 41). Moisés oyó a Dios decir que recibiera regalos de los egipcios para su viaje (ver Éxodo 12). También podemos oír de Dios para nuestra situación. Las ovejas oyen la voz del Pastor. Jesús no solo guiará a su pueblo y consolará a su rebaño, sino que también les dará valor y un corazón para servir a los que están atribulados por aflicciones.
La sabiduría de Pablo en su carta a los efesios habla más de lo que necesitamos. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:15-18).
Podemos oír de Dios. Debemos evaluar nuestra propia vida. ¿Estamos sentados en la cerca? Este no es momento para transigencias o afiliaciones cercanas con el mundo. Ir de parranda a la casa de un egipcio en la noche de la Pascua definitivamente no es una buena idea.
Una vez un profeta vino a Pablo y profetizó que si iba a Jerusalén sería atado y encarcelado. El profeta fue fiel en dar su palabra; le correspondía a Pablo escuchar de Dios acerca de cómo lidiar con esa advertencia. Aun así, Pablo decidió ir a Jerusalén. Estaba dispuesto a arriesgar su vida por el Evangelio (ver Hechos 21). Algunos oirán la advertencia de un profeta y buscarán su propia seguridad. Otros oirán e irán a un lugar para servir donde las personas necesitarán su fuerza espiritual y compasión.
Este tiempo de tribulación es una oportunidad para que llamemos a los que están fuera de la puerta. ¡Encogerse detrás de una puerta con doble candado o huir a una granja rural no le hace ningún bien a nuestro vecino incrédulo! Nuestros deseos deben ser como los de Cristo: que todos los hombres huyan de la ira venidera y encuentren la salvación.