Buscando el Rostro de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

El rey David sabía que tenía que haber más en el conocer a Dios; sintió que había algo del Señor que no había obtenido, y no descansaría hasta encontrarlo. “Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová” (Salmos 27:4).

En resumen, estaba diciendo: “Hay una belleza, una gloria, un entusiasmo por el Señor que aún no he visto en mi vida. Quiero saber cómo es tener una comunión ininterrumpida con mi Dios. Quiero que mi vida sea una oración viviente. Solo eso me ayudará a pasar el resto de mis días”.

El Señor le reveló a David que él podía satisfacer sus anhelos al reflejar a Dios en su propia vida. David escribió: “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Salmos 27:8). Dios estaba instruyendo a David: “Aprende de mí. Escudriña mi Palabra y ora por entendimiento en el Espíritu. Quiero que tu vida refleje mi belleza al mundo”.

Esto no fue simplemente un llamado a la oración; David ya habría estado orando varias veces al día. De hecho, las oraciones de David fueron las que crearon en él esta pasión por conocer al Señor. No, este llamado de Dios fue a tener hambre de un estilo de vida que refleje totalmente quién es Jesús.

En el Calvario, Dios tomó un rostro humano. Jesús vino a la tierra como hombre, Dios en carne. Él hizo esto para poder sentir nuestro dolor, ser tentado y probado como nosotros. Las Escrituras se refieren a Jesús como la semejanza exacta de Dios. Él es la misma esencia y sustancia de Dios Padre (ver Hebreos 1:3). Hasta el día de hoy, Jesucristo es el rostro de Dios en la tierra. A través de la Cruz, tenemos el privilegio de “ver su rostro”.

Hoy, cuando Dios dice: “Buscad mi rostro”, sus palabras tienen mayores implicaciones que en cualquier otro momento de la historia. Con todo lo que está pasando en el mundo que nos rodea, ¿cómo debemos responder? Cuando David estaba rodeado por un ejército de idólatras, Dios dijo: “Buscad mi rostro”. Nosotros también obedecemos este mandato para que seamos como Jesús; y los que buscan al verdadero Cristo lo verán en nosotros.