Caminando a Diario con Dios
El primer libro de las Escrituras nos habla de un hombre que debería inspirar nuestro caminar con Dios. “Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:23-24). Nuestro hermano Enoc no tenía Biblia, ni cancionero, ni compañeros, ni maestro, ni Espíritu Santo morando en él, ni velo rasgado con acceso al Lugar Santísimo, ¡pero conocía a Dios!
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). ¿Cómo sabemos que Enoc creía que Dios era galardonador? Porque sabemos que esa es la única fe que agrada a Dios; y sabemos que Enoc le agradó. Dios es un remunerador, alguien que paga bien por la fidelidad. ¿Cómo recompensa el Señor a sus diligentes?
Hay tres recompensas importantes que se obtienen al creer en Dios y caminar con él en fe.
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1. El control de Dios sobre nuestras vidas. Cuando descuidamos al Señor, pronto nos salimos de control y el diablo entra y se hace cargo. ¡Si tan solo nos enamoramos de Jesús! Dios pronto nos mostraría que Satanás no tiene un dominio real sobre nosotros, y rápidamente permitiríamos que Cristo nos controle.
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2. Tener una "luz pura". Cuando caminamos con el Señor, somos recompensados con luz, dirección, discernimiento y revelación, un cierto “conocimiento” que Dios nos da, que nos guiará a lo largo de la vida.
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3. Protección de todos nuestros enemigos. La Escritura promete: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará” (Isaías 54:17). En el hebreo original, este versículo se traduce como "Ningún plan, ningún instrumento de destrucción, ninguna artillería satánica te empujará o atropellará, sino que será eliminado".
Enoc aprendió a caminar agradablemente ante Dios en medio de una sociedad malvada. Él era un hombre común con los mismos problemas y cargas que nosotros tenemos. Sin embargo, cada día que caminaba con el Señor, se apegaba menos a las cosas de abajo. Cuando vivimos de esta manera, obedecemos el mandato de Cristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lucas 9:23).