Caminando en la Luz
En el libro de 1 Juan, el apóstol estaba escribiendo a una iglesia que había sido sacudida por una partida masiva de personas que habían sido atraídas por falsos maestros. Habían perdido a amigos con quienes servían en la iglesia a manos de maestros gnósticos que creían que había conocimiento secreto que algunos podían obtener acerca de Dios.
Juan estaba escribiendo esta carta para animar a los creyentes que permanecieron pero también para reprender las falsas enseñanzas que habían impregnado la iglesia. ¿No es interesante que casi todas las cartas del Nuevo Testamento fueron escritas en respuesta a enseñanzas falsas? Tanto Pedro como Pablo escribieron sobre los falsos maestros, este último señaló: “Sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:29-30).
Para combatir esto, Juan escribió: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:5-7).
Una de las mayores diferencias entre los verdaderos maestros de la Palabra y los falsos maestros es que los verdaderos creyentes atraerán a la gente hacia Dios; Los falsos creyentes atraerán a las personas hacia sí mismos y a sus propias ideas. Los verdaderos maestros sólo señalarán la Palabra de Dios; no inventarán ni agregarán nada a la verdad de Dios.
Andar en la luz, como habló Juan, es evidencia de que estamos caminando en la verdad. El término “caminar” se refiere a nuestra forma de vivir. No podemos vivir a la manera de Dios sin vivir en la verdad.
Esto no significa que vivamos de cierta manera para demostrar algo a otras personas. Los hipócritas hacen eso. No, significa que nuestras decisiones son dirigidas por la verdad revelada en las Escrituras y que vive en nosotros a través de la convicción del Espíritu Santo. Como resultado, sólo señalaremos la Biblia como nuestra autoridad, no nuestras propias ideas “ingeniosas”. Las personas que dejan que las Escrituras guíen todas sus decisiones serán las que señalarán a Dios más allá de sí mismas.