Cristo Ha Ganado la Batalla
En los últimos meses, he leído muchas cartas lamentables de creyentes que todavía están atados por hábitos pecaminosos. Multitudes de cristianos que luchan escriben: “No puedo dejar de apostar… Estoy en las garras del alcoholismo… Estoy teniendo una aventura y no puedo cortarla… Soy un esclavo de la pornografía”. En carta tras carta, estas personas dicen lo mismo: “Amo a Jesús y le he rogado a Dios que me libere. He orado, llorado y buscado el consejo de Dios. Pero simplemente no puedo liberarme. ¿Qué puedo hacer?”
He pasado mucho tiempo buscando al Señor en busca de sabiduría sobre cómo responder a estos creyentes. Yo oro: “Señor, tú conoces la vida de tus hijos. Muchos son santos devotos y llenos del Espíritu, pero no tienen tu victoria. ¿Qué esta pasando?”
En una ocasión, estudié los pasajes bíblicos que contenían las promesas de Dios a su pueblo. Recordé que el Señor se compromete a evitar que caigamos, a presentarnos sin mancha, a justificarnos por la fe, santificarnos por la fe y mantenernos santos por la fe. Él promete que nuestro viejo hombre es crucificado por fe y que somos trasladados a su reino por fe.
Lo único en común a todas estas promesas es esta frase “por fe”. De hecho, todas estas cosas son cuestiones de fe, según la Palabra de Dios.
¿Estás luchando por obtener la victoria con tu fuerza de voluntad? ¿Estás librando la batalla en tu vieja naturaleza? Pablo señala: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4-5).
De hecho, Pablo dice que hay una sola condición adjunta a las promesas de Dios. “A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído…” (Colosenses 1:21-23, mis cursivas).
Cristo entregó todo a su Padre para ser totalmente obediente, y nosotros debemos hacer lo mismo. Debemos depender totalmente del Padre, tal como lo hizo Cristo.