Comienza Pequeño, Confía en Dios
Vivimos en una era de lo 'grande'. Con un solo clic, podemos hacer un recorrido global y sumergirnos en los problemas del mundo. Piensa en los titulares catastróficos que fluyen a través de tu teléfono. Te quita el aliento y es fácil sentirse abrumado. Con razón podemos preguntar: “¿Por qué Dios no interviene y salva a esa pobre gente?”
Creemos que los grandes problemas requieren soluciones grandes y dramáticas, pero Dios no piensa de esa manera. En su mundo, sucede al revés.
Mi amigo John Bueno y su esposa, Lois, fueron misioneros en El Salvador por más de 25 años. Una noche durante su primer año, John conducía a su casa después de una reunión cuando vio a un niño vendiendo periódicos en la calle. “Eso es raro”, pensó. Es casi medianoche. Entonces lo entedió. El niño no podía irse a casa hasta que hubiera alcanzado su cuota, así que allí estaba a medianoche, tratando de vender los últimos tres periódicos. John los compró todos, y el niño salió corriendo, eufórico.
El Espíritu Santo no permitiría que John se olvidara de este niño y de los cientos de otros niños que trabajaban en las calles de la ciudad. Él sintió que el Espíritu decía: “Si alguien no los ayuda, esta será la historia de sus vidas”. John inicialmente retrocedió. “Pero Señor, no tengo suficiente dinero o capacidad para hacer una diferencia”. Dios persistió, y hoy, más de 60 años después, la escuela para niños desfavorecidos que fundaron John y Lois tiene 37 planteles. Calculan que casi una sexta parte de los seis millones de habitantes de El Salvador han pasado por su escuela.
Tú puedes pensar: “Yo no soy un misionero; solo soy una persona común y corriente”. ¡Bien! Esta es una actitud con la que Dios puede obrar. Piensa en nuestros héroes de la fe. Hombres y mujeres como Moisés, Daniel y Ester eran personas comunes que simplemente dieron un paso al frente. Muchos eran pobres y sentían que no tenían mucho que ofrecer, pero Dios no necesitaba sus recursos ni su currículum. Él usó sus corazones y manos dispuestos para lograr su propósito.
La Madre Teresa entendió que cada bondad, cada acto de misericordia, importa. “Nunca te preocupes por los números”, dijo una vez. “Ayuda a una persona a la vez y siempre comienza con la persona más cercana a ti”.
Jesús dice: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). Dale a Dios tus panes y peces, y él alimentará al mundo.