Creyentes cuya Sangre Pesa

Mark Renfroe

Una vez asistí a un seminario donde un orador era un pastor que había pasado por pruebas horribles mientras servía a la iglesia. Al mirar los rostros de los ministros y líderes que lo escuchaban en la sala, se podía ver que su historia los estaba impactando. Todos escuchaban atentamente porque ¿cómo no hacerlo? Este hombre había conocido un sufrimiento tremendo. Hay una expresión árabe para alguien así; es "Dammu ti'iil" o "Su sangre es pesada". La gente lo dice de alguien que ha pasado por grandes dificultades y, como resultado, sus opiniones importan.

Cuando decimos "ortodoxia", simplemente nos referimos a creencias correctas. Sin embargo, la palabra "doxa" en el griego original originalmente significaba una simple opinión. Fue el sufrimiento lo que hizo que la opinión importara. Debido a que los apóstoles sufrieron mucho por lo que sabían que era verdad, su ortodoxia tuvo gran peso.

Sin embargo, no quiero que la gente dé por sentado que cualquier tipo de dificultad da mayor importancia a nuestras opiniones. El sufrimiento de Jonás en el Antiguo Testamento y el de Pablo en el Nuevo Testamento es diferente. Jonás estaba sufriendo por su pecado cuando deliberadamente corrió en dirección opuesta al mandato de Dios. El sufrimiento de Pablo fue por obedecer el mandato de Dios de difundir el evangelio al mundo gentil.

Esta es una manera rápida de notar la diferencia entre esos dos tipos diferentes de sufrimiento. La gracia de Dios recibida debería producir en nosotros gracia para los demás. Si no es así, probablemente estemos sufriendo por el pecado.

Por ejemplo, Dios le ordenó a Jonás que predicara su mensaje a los ninivitas. Jonás desobedeció, sufrió en el vientre de un pez y luego experimentó la gracia cuando fue vomitado en la orilla. Nada de esto pareció darle más compasión por los ninivitas. Todavía estaba amargado cuando Dios no los destruyó, a pesar de que Dios también había perdonado a Jonás.

Por otro lado, Jesús habló con Pablo y éste inmediatamente se sometió a la voluntad de Dios. Sufrió golpizas, persecución y finalmente la muerte a manos de las mismas personas a las que estaba llevando el evangelio, pero esto nunca disminuyó su gracia hacia ellos y su determinación de alcanzarlos con noticias acerca de Cristo. Sus cartas a la iglesia tienen gran peso porque su sufrimiento fue un testimonio de la importancia del evangelio.

Que cada uno de nosotros sufra por las razones correctas. Que nuestras creencias tengan peso para ellos porque nuestra dedicación nos ha costado mucho.