Crisis en la Cruz
¿Cómo obtenemos la victoria y el poder de Jesús en nuestras vidas? ¿Cómo nos apropiamos de su resurrección y de su novedad de vida?
En primer lugar, permíteme preguntarte: ¿cómo sabes que eres salvo? Por fe, por supuesto. El conocimiento de nuestra salvación proviene únicamente de nuestra fe en la Palabra de Dios.
De la misma manera, debemos tomar la cruz, abrazarla y recibir la victoria por la fe en el poder vencedor de la sangre derramada de Jesús. Debemos admitir: “Dios, yo no tengo poder. No tengo la capacidad de liberarme a mí mismo, crucificarme o tener poder alguno sobre el pecado. Renuncio a todos mis propios esfuerzos para morir al pecado”.
Por fe, estamos en Cristo y debemos disfrutar de los beneficios de todo lo que él ha logrado. Verás, desde el mismo momento en que nacimos de nuevo, hemos estado en Cristo. Eso significa que participamos de todo lo que le sucedió a Cristo. Esto incluye sus victorias, así como su crucifixión. Si estamos de acuerdo con la Palabra de Dios en que nuestros pecados son sumamente malvados, también debemos estar de acuerdo con las cosas buenas que ofrece la cruz. Son nuestras porque Jesús las logró por nosotros.
La Escritura dice: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4).
Una vez que abrazamos la cruz, somos crucificados con Cristo y resucitados con él a una nueva vida. ¡Somos liberados! Podemos entregar nuestros cuerpos al servicio del Señor y ofrecernos como instrumentos de justicia. A veces, podemos tropezar debido a la incredulidad, pero podemos aferrarnos a la verdad. En última instancia, la victoria es nuestra cuando clamamos: “Señor, voy a confiar en ti hasta que llegue la victoria”.
Doy gracias a Dios por la cruz de Cristo y por la crisis que conlleva. Sé por experiencia que la mayor “predicación de la gracia” del mundo es la predicación de la cruz. ¿Has tenido tu crisis en la cruz? ¿Qué hay de esa fortaleza de la que anhelas ser liberado? La liberación está disponible para ti hoy, pero no llegará hasta que te arrodilles ante Jesús y tengas tu crisis en su cruz. Debes aceptar no continuar en tu pecado ni un momento más y clamar: “¡Dios, te lo traigo ahora!”