Cristo es el Fin

Gary Wilkerson

“Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:1-4).

Este texto de Pablo utiliza a Israel como ejemplo para enseñar qué es la verdadera justicia y plantea la pregunta: ¿Ser justificados nos hace justos? Sí, en el sentido de que la justificación nos posiciona como justos. ¿Ser santificados nos hace justos? Sí, en el sentido de que la santificación es el proceso de experimentar la justicia de Cristo funcionando en nuestra vida diaria.

Jesús es nuestra fuente tanto de justificación como de santificación; alcanzamos ambos a través de su don de gracia.

La mayoría de los cristianos hablan de todo esto de labios para afuera, diciendo: “Jesús es mi fuente de todo”. ¿Su caminar realmente refleja eso? La triste verdad es que muchos cristianos viven como si la justificación viniera únicamente de Dios y como si la santificación se lograra a través de su desempeño diario. Es como si dijeran: “He alcanzado la gracia mediante la fe en Jesús. Ahora tengo que llevar a cabo una campaña personal incesante para ser santificado”.

En cierto sentido, le están diciendo a Dios que quieren pagarle por el gran regalo que les ha hecho. Esta mentalidad conduce directamente a una vida de esclavitud. ¿Cuántas veces has pasado por delante de un cartel de iglesia que dice: “Cristo murió por ti? ¿Qué has hecho por él? Se ha generalizado en toda la iglesia.

Jesús fue crucificado, sepultado y resucitó al tercer día para que tengamos vida eterna. ¿Qué podríamos hacer a cambio de eso? ¿Diezmar? ¿Ir a reuniones de oración? ¿Evangelizar más? Eso es más o menos lo que Israel intentó hacer. Ellos iban “tras una ley de justicia” (Romanos 9:31). Intentaron comprometer su voluntad para lograr la justicia, pero nunca pudieron lograrla.

“El fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Este versículo debería traer libertad a todas las generaciones de creyentes. Cristo es el fin. ¡No hay nada más!

 
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