Cristo Ganó la Batalla

David Wilkerson (1931-2011)

En los últimos meses, he leído muchas cartas tristes y lamentables de creyentes que todavía están atados por hábitos pecaminosos. Multitudes de cristianos en apuros escriben: “No puedo dejar de apostar… Estoy en las garras de una adicción al alcohol… Estoy teniendo una aventura y no puedo romperla… Soy un esclavo de la pornografía”. En carta tras carta, estas personas dicen las mismas cosas. “Amo a Jesús y le he suplicado a Dios que me libere. He orado, llorado y buscado el consejo de Dios. Simplemente no puedo liberarme. ¿Qué puedo hacer?"

He pasado mucho tiempo pidiendo al Señor sabiduría para responder a estos creyentes. Oro: “Señor, tú conoces la vida de tus hijos. Muchos son santos devotos y llenos del Espíritu, pero no tienen tu victoria. No conocen la libertad. ¿Qué esta pasando?"

En un momento, estudié los pasajes bíblicos que contienen las promesas de Dios a su pueblo. Recordé que el Señor promete guardarnos de la caída, presentarnos sin mancha, justificarnos por la fe, santificarnos por la fe, mantenernos santos por la fe. Él promete que nuestro viejo hombre es crucificado por la fe y que somos trasladados a su reino por la fe.

Lo único común a todas estas promesas es esta frase: “por la fe”. De hecho, todas estas cosas son asuntos de fe, según la Palabra de Dios. Así que llegué a la única conclusión clara sobre los problemas de estos cristianos en apuros; en algún lugar en la raíz de su esclavitud, hay incredulidad. Todo se reduce a una simple falta de fe.

¿Estás luchando para ganar la victoria con tu fuerza de voluntad? ¿Estás peleando la batalla en tu vieja naturaleza? Pablo señala: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Romanos 4:4-5).

Tu victoria no debe venir a través del llanto o el esfuerzo, sino por la fe en que Jesucristo ha ganado la batalla por ti. De hecho, Pablo dice que solo hay una condición ligada a las promesas de Dios: “Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Colosenses 1:23).

Cristo entregó todo a su Padre para ser un Hijo totalmente obediente. Nosotros debemos hacer lo mismo. Debemos ser totalmente dependientes del Padre, tal como lo fue Cristo.