Cuando Dios Pierde la Paciencia
Israel se negó a creer el mensaje de Dios sobre lo valiosos que eran a sus ojos. En cambio, prefirió centrarse en su condición, sus debilidades e incapacidades, y se dejó llevar por sus temores.
Después de un tiempo, Dios perdió la paciencia con ellos y le dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Yo los heriré de mortandad y los destruiré…” (Números 14:11-12).
El Señor perdonó a Israel por causa de Moisés, pero no se les permitió entrar en la Tierra Prometida. En cambio, se les asignó una existencia en el desierto, una vida entregada al temor constante y a las dudas destructivas. Fueron perdonados, pero se sintieron miserables. Habían perdido la esperanza, el reposo y la paz que vienen de aceptar y creer lo especiales que son los hijos de Dios para Él.
Amados, la única vez que la paciencia de Dios se acaba con nosotros es cuando nos negamos una y otra vez a aceptar cuánto nos ama él y quiere ayudarnos a superar nuestras batallas. De hecho, muchos cristianos hoy han sido devueltos a un desierto que ellos mismos han creado. No tienen gozo ni victoria. Al mirarlos, uno pensaría que Dios los había abandonado hace años, cuando en realidad los ha entregado a sus propias quejas y murmuraciones.
Gracias a Dios, Josué y Caleb entraron en la Tierra Prometida, ¡y qué gozo tuvieron! Dios los bendijo increíblemente y permanecieron como árboles verdes en su casa hasta sus últimos días. Eran hombres de poder y visión porque sabían que eran valiosos para Dios.
Tú también eres valioso para el Señor, a pesar de todos tus problemas y fracasos. No importa cuáles sean tus pruebas o luchas, puedes ser un árbol verde en la casa de Dios, tal como lo fueron Josué y Caleb. Simplemente, apóyate en lo que promete la Escritura: “Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (Salmos 18:19). Ese es el fundamento de la verdadera fe.