Cuando Dios Planta Su Iglesia

Claude Houde

La ciudad de Filipos, ubicada en el noreste de la Grecia moderna, fue una vez una de las ciudades más grandes del mundo. Cuando el apóstol Pablo llegó allí, descubrió una ciudad totalmente asimilada a la cultura romana. Era una cultura materialista donde reinaban las injusticias y la crueldad y donde los vulnerables eran olvidados o explotados. Según las tradiciones religiosas de la época, cada uno creaba su propio dios y oraba regularmente a los muertos para pedirles dirección. Era una cultura fundamentalmente anticristiana.

Este fue el lugar donde el Apóstol Pablo fundó una iglesia. Fue a esta iglesia a la que Pablo escribió: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:3-6).

Este es un recordatorio para todos de que la Palabra de Dios nunca está limitada por las circunstancias, la cultura o los obstáculos que nos rodean. Dos mil años después, me pongo del lado de Pablo y le recuerdo a cada creyente, líder, pastor, que cualquiera que sea la mentalidad o las tendencias socioculturales hostiles que rodeen el lugar donde trabajas, siempre hay posibilidades de alcanzar a nuestra generación. ¡Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia de Dios!

La gente en el mundo tiene sed de absoluto, de autenticidad, de sentido en sus vidas, de liberación de sus almas de las cadenas del pasado. Las mismas sociedades que han rechazado la religión y deplorado el fundamentalismo siguen anhelando la espiritualidad. Esto es lo que hemos experimentado cada año durante más de dos décadas en la Iglesia Vida Nueva. En Quebec, la cultura está cerrada al evangelio, como en muchos países y ciudades de habla francesa. Sin embargo, en el último año, dos mil personas han pasado por las puertas de la iglesia por primera vez. Después de escuchar el mensaje del evangelio, esas dos mil personas registraron sus nombres con el personal de la iglesia porque reconocieron su necesidad de Dios; ellos quieren que sus preguntas sean respondidas y que alguien ore con ellos.

Yo declaro por fe que, en los próximos años, Dios plantará y expandirá su iglesia con un poder sobrenatural.