Cuando el Crecimiento Llega Lentamente
El año pasado, mientras acampábamos en el sur de Colorado, encontramos una rama de cactus rota. La planta madre era un ejemplar majestuoso, así que trajimos la rama a casa para ver si podíamos darle una segunda vida. Tardó algunas semanas en enraizarse, pero lamentablemente no crecía. Sobrevivió al frío y la nieve del invierno de Colorado y a varias tormentas de granizo en primavera, pero sobrevivir no es lo mismo que prosperar. Sin embargo, de repente, aparecieron nuevos brotes por todo el tallo original y empezó a crecer.
Jesús usó plantas en crecimiento a menudo en sus parábolas y analogías para la vida cristiana, y sospecho que sus razones para ello fueron más profundas que simplemente dar a sus oyentes agrícolas ilustraciones más identificables.
En mis 60 años de vida, a menudo he llegado a la incómoda comprensión de que yo tenía una verdadera necesidad de crecimiento. A veces me daba cuenta de que no sabía cómo ser un buen esposo, padre, hijo o amigo. En otras ocasiones, fracasaba y quemaba mis esfuerzos en el trabajo. También hubo (hay) momentos en los que descubrí que no soy el hombre espiritual que pensaba que era.
Tengo al menos tres opciones cuando llego a estas conclusiones incómodas. La primera es negar la realidad. Éste nunca termina bien, pero es la respuesta a la que recurren muchas personas. La siguiente alternativa es reconocer el problema, pero retrasar el tratar con éste. Por último, puedo optar por realizar el arduo trabajo necesario para crecer. Obviamente, esta elección es la mejor, pero también es la que lleva más tiempo y requiere la mayor cantidad de recursos.
Cuando sentimos que no estamos creciendo en un área deseada, debemos ser pacientes con nosotros mismos y con el proceso. De lo contrario, abortaremos el buen trabajo de crecimiento que esperamos ver en nuestras vidas. Recuerda la parábola de Cristo a sus seguidores: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol…” (Mateo 13:31-32). Los resultados casi siempre empiezan siendo pequeños.
Quizás tú sientas que has pasado por las tormentas y la sequía de la vida. Puede que estés haciendo el arduo trabajo de crecer, pero parece que no sucede nada. No pierdas la esperanza. Puede que el crecimiento sea lento, pero Dios es fiel para terminar la obra que ha comenzado en ti.