Cuando la Misericordia Engendra Misericordia

David Wilkerson (1931-2011)

Jesús contó una parábola acerca de un siervo a quien se le había perdonado una gran deuda (ver Mateo 18:23-35). Este hombre halló gracia y misericordia ante su amo, pero luego dio por sentada esa gracia y misericordia. Inmediatamente después de que el siervo fue perdonado, salió y comenzó a estrangular a un hombre que le debía una cantidad pequeña e insignificante, exigiéndole: “¡Págame lo que me debes!”. Cuando el deudor le pidió misericordia al hombre, este se negó y mandó encarcelar al deudor.

¿Por qué este hombre juzgaba tanto a los demás? ¿Por qué carecía de misericordia? Porque no consideró su propia indignidad. No comprendió cuán desesperada y sumamente pecaminosa era su propia vida. No apreció el peligro en el que había estado, lo cerca que había estado de la muerte antes de que se le mostrara misericordia.

Cuando el amo se enteró de lo que el ingrato había hecho al otro deudor, lo mandó meter en la cárcel de por vida.

Mientras yo estaba trabajando en este mensaje, el Señor me detuvo y me dijo: “David, olvídate de tu mensaje ahora mismo. Quiero hablarte sobre tu espíritu crítico, tu falta de misericordia”.

Yo pensé: “¿Yo, Señor? Soy uno de los predicadores más misericordiosos de Estados Unidos”. Sin embargo, el Señor comenzó a repasar todas las cosas que les había dicho a los predicadores jóvenes, cosas que había dicho ásperamente. Él me recordó todas las cosas insensibles que les había dicho a las personas que habían fracasado, con las que yo me había rendido.

Esa sesión me dejó totalmente exhausto. Lloré ante el Señor. Cuando le pregunté a Dios cómo podía ser posible, él me respondió: “Has olvidado lo que hice por ti, la increíble misericordia que te mostré. ¿Cuántas veces te saqué de algo que podría haberte destruido? No estarías aquí sin mi misericordia”.

Amado, antes de poder ofrecer misericordia a otra persona, debes mirar el hoyo en el que estarías sin la misericordia y el perdón de Dios. Solo entonces podrás decir: “Oh, Dios, sé lo que hiciste por mí, y puedes hacer lo mismo por mi amigo que está en pecado. En un momento, yo fui igual de malvado ante tus ojos. No puedo juzgar a este amigo porque tú me mostraste misericordia y perdón a mí”.