Cuando Muere Alguien que Amo

Tim Dilena

Mientras esperaba su muerte como prisionero en un campo de concentración nazi, el famoso teólogo, pastor y mártir cristiano Dietrich Bonhoeffer escribió una carta sobre la pérdida de personas que amamos. Él escribió, en parte:

No hay nada que pueda sustituir la ausencia de alguien querido y ni siquiera deberíamos intentarlo. Uno simplemente debe resistir y soportarlo. Al principio esto suena muy duro, pero al mismo tiempo también es un gran consuelo. Porque en la medida en que el vacío realmente permanece sin llenar, uno permanece conectado con la otra persona a través de ello. Es un error decir que Dios llena el vacío. Dios no lo llena en modo alguno, sino que mucho más, lo deja precisamente vacío y así nos ayuda a preservar, incluso en el dolor, la relación auténtica. Además, cuanto más bellos y plenos sean los recuerdos, más difícil será la separación. Pero la gratitud transforma el tormento del recuerdo en alegría silenciosa. Lo que fue hermoso en el pasado lo llevamos no como una espina, sino como un regalo precioso en lo más profundo de nuestro ser, un tesoro escondido del que siempre podemos estar seguros.

La gratitud nos ayuda a afrontar la pérdida. Jesús enfrentó la pérdida y nos mostró otra forma de lidiar con el dolor que acompaña a la pérdida de las personas que amamos: la compasión. “Oyéndolo Jesús [la muerte de Juan], se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos(Mateo 14:12-14).

Juan el Bautista era primo de Jesús. Juan fue asesinado a causa de un adúltero enloquecido y convicto. Cuando Jesús escuchó la noticia, se retiró lleno de dolor y tristeza. Se fue solo a un lugar solitario. El gran problema para Jesús fue que, aunque quería estar solo para llorar y procesar su pérdida, las multitudes querían su sanidad. Cuando se dieron cuenta de adónde había ido, lo siguieron. Jesús los vio y sintió compasión por ellos.

La manera de salir del abatimiento del duelo no es a través de una temporada de soledad sino ministrando a los demás. Cuando empiezas a atender las necesidades de los demás, Dios te sana y cuida. Es peligroso quedarte solo con tus pensamientos cuando sufres una gran pérdida. Es al dar que tú recibes.

 
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