A Dónde Ir en Busca de Ayuda
Dietrich Bonhoeffer, el teólogo alemán, imaginó al cristiano como alguien que intenta cruzar un mar de trozos de hielo flotantes. El cristiano no puede permanecer de pie en ningún lugar por mucho tiempo, de lo contrario se hunde. No puede descansar en ningún lugar mientras cruza, excepto en su fe en que Dios lo acompañará. Después de dar un paso, debe estar atento al siguiente. Debajo de él está el abismo, y ante él está la incertidumbre, ¡pero siempre adelante está el Señor firme y seguro!
El creyente aún no ve la tierra, pero está allí como una promesa en su corazón. El viajero cristiano debe mantener los ojos fijos en su lugar final. La Escritura nos invita a esto en varias ocasiones.
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22).
“Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá” (Miqueas 7:7).
Prefiero pensar en la vida como la batalla del rey Josafat, junto con todos los hijos de Judá, en el desierto (ver 2 Crónicas 20). Seguro, es un desierto; sí, hay serpientes, abrevaderos secos, valles de lágrimas, ejércitos enemigos, arenas calientes, sequía, montañas intransitables. Cuando los hijos del Señor se detuvieron para ver su salvación, él extendió una mesa en ese desierto. El rey Josafat oró: “Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre?” (2 Crónicas 20:6-7).
A lo largo de la historia de Israel en las Escrituras, Dios les advirtió que le dijeran a cada generación siguiente de dónde vendría su salvación: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).
Deja de buscar ayuda en la dirección equivocada. Ponte a solas con Jesús en un lugar secreto; cuéntale todo sobre tu confusión. Dile que no tienes otro lugar adonde ir. Dile que confías que solo él te ayudará. Te sentirás tentado a tomar el asunto en tus propias manos. Querrás resolver las cosas por tu cuenta. Te preguntarás si Dios está obrando, pero confía en que Dios es tu única salvación.