De Gracia Recibisteis
Como hijos de Dios, debemos ocuparnos de los asuntos de nuestro Padre, la misión de Dios. A veces, la gente no entiende lo que estamos haciendo. Incluso las personas de nuestra propia iglesia o comunidad pueden malinterpretarnos y decir: “Estás demasiado centrado en lo externo y no estás satisfaciendo mis necesidades”.
Es cierto que si nos centramos tanto en lo externo que no estamos satisfaciendo las necesidades de quienes nos rodean, entonces estamos haciendo algo mal. Nosotros, como iglesia, estamos aquí de la misma manera que Jesús estuvo en la tierra. Estamos aquí para satisfacer las necesidades de las personas. Si alguien está herido, quebrantado, atado, necesita ser liberado o busca la llenura del Espíritu Santo, la iglesia está aquí para ministrarle a ellos de acuerdo con sus necesidades.
Sin embargo, es importante entender que, a medida que se satisfacen las necesidades, la expectativa es “de gracia recibisteis, dad de gracia”. Cuando envió a sus discípulos a ministrar, Jesús les dijo: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:7-8).
¿Quieres más de Dios? Bueno, cuando hayas recibido la primera porción, dásela a alguien. Vuelve por la segunda porción y dásela a alguien más, y luego regresa por la tercera porción y sigue el mismo proceso.
El principio de la misión de Dios es “Cuanto más das, más recibes”. Cuanto más bendecido eres, más tienes para dar. Cuanto más das, más Dios continúa derramando en ti para que puedas dar aún más. Este principio es una fuente de esperanza y aliento, que nos recuerda que nuestro dar nunca es en vano.
Como pueblo de Dios, estamos llamados a reflejar la gloria, el poder y el amor de Dios. Debemos recibirlo de Él y darlo a los demás. Con la misma gracia con la que hemos recibido, debemos dar.