Dejando Atrás las Tinieblas
Todo el mundo ama la historia de Dios sacando a los israelitas de Egipto. Tenemos todas las plagas y estas señales dramáticas del poder de Dios, luego casi dos millones de esclavos son liberados. El faraón de Egipto cambia de opinión acerca de dejarlos ir en el último minuto y los persigue hasta el Mar Rojo, luego Dios divide el mar por la mitad, y su pueblo escapa a través de él solo para que estos muros de agua se estrellen contra el ejército egipcio que los persigue.
Sin embargo, hay un versículo importante antes de todo eso, que a menudo se nos escapa. “Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo” (Éxodo 1:8). José era un arquetipo del Antiguo Testamento de Jesucristo, y aquí tenemos al gobernante de una nación que no lo conocía. Es una pista de que hay toda una generación de personas que realmente no conocían a José y, a través de él, al Dios al que servía. Volveremos a eso. Es importante.
Entonces, la nación de Israel es liberada en un estilo épico, pero luego la narración se vuelve un poco confusa para algunas personas. Dios prometió a todas estas personas que habían sido esclavos toda su vida una hermosa tierra que sería de ellos. Él prometió llevarlos a este lugar; ni siquiera tendrían que encontrarlo por su cuenta. Antes de eso, sin embargo, los hizo vagar por el desierto durante 40 años.
Verás, él necesitaba sacar la cultura y el espíritu de Egipto de su pueblo antes de que entraran en el lugar que les había prometido. Si no lo hubiera hecho, los israelitas habrían entrado a la tierra prometida con todos los hábitos, la cultura y las creencias de una generación que había olvidado a José y no conocía la naturaleza de Dios.
Lo mismo es cierto para nosotros como creyentes hoy. Esta vida del Espíritu Santo es la vida a la que hemos sido llamados como seguidores de Cristo. Sin embargo, si tratamos de traer el estilo de vida y los caminos del faraón y del mundo a nuestros asuntos con Dios, vamos a tener problemas. La carta del apóstol Pablo a la iglesia primitiva se aplica tanto a nosotros hoy: “Andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas…” (Efesios 5:8-11).