Dejando a Dios Crear Nuestra Identidad
Algo que toda persona quiere es estar completa. Queremos sentirnos seguros de quiénes somos y del propósito de nuestras vidas. Cristianos y personas de todas las edades se preguntan: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi propósito en la vida? ¿A qué estoy llamado? Si estoy llamado a algo claramente, ¿puedo hacerlo de manera efectiva? ¿Puedo dar testimonio de la gloria de Dios de una manera que realmente impacte al mundo? ¿Mi vida tiene sentido y mi futuro tendrá todo lo que Dios tiene para mí?
Examinemos un pasaje de las Escrituras a menudo pasado por alto. Parecerá extraño al inicio en esta conversación sobre identidad, pero creo que es muy importante, mucho más de lo que podemos darnos cuenta. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mateo 23:25-26). El interior de nuestras copas contiene pecado pero también quebrantamiento. No siempre, pero a menudo, nuestros pecados son métodos para compensar nuestras heridas en lugar de llevar nuestro quebrantamiento a Dios para que él lo sane.
Ahora quiero hacerte una pregunta diferente. ¿Qué siente Dios por ti? Muchos de nosotros vivimos aquí arriba en nuestra mente, pero estas cosas están en nuestro corazón. Podemos citar las Escrituras que Dios nos ama y nos acepta, y somos perdonados y limpiados en el amado. Podemos creer estas cosas en nuestras mentes, pero nuestro corazón nos está contando una historia diferente.
Si no vemos a Dios correctamente o confiamos en él, no le permitiremos entrar en las partes más profundas de nuestro corazón que necesitan sanidad y limpieza. No dejaremos que Dios limpie el interior de la copa.
Alguien que ha permitido que Jesús comience a trabajar en el interior de la copa puede pasar por situaciones externas horribles y aún permanecer inamovible en su fe porque su identidad está verdaderamente en Dios. Comencemos permitiendo que Jesús examine el interior de nuestra copa. Confiemos en él lo suficiente como para permitirle comenzar a sacar cosas dolorosas y rotas de nosotros y restaurarnos para que tengamos espacio para la paz y el poder que él anhela poner dentro de nosotros. Todos queremos eso, ¿verdad?