Dejando Ir la Venganza
Pablo escribió a la iglesia: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). Él está diciendo, “Sufre el mal. Déjalo y avanza. Consigue una vida en el Espíritu”.
Sin embargo, si nos negamos a perdonar las heridas que nos han hecho, tenemos que enfrentar estas consecuencias:
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Seremos más culpables que la persona que nos infligió la herida.
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La misericordia y la gracia de Dios hacia nosotros se cerrarán. A medida que las cosas comiencen a ir mal en nuestras vidas, no las entenderemos porque estaremos en desobediencia.
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Las vejaciones de nuestro perseguidor contra nosotros seguirán robándonos la paz. Él se convertirá en el vencedor, logrando darnos una herida permanente.
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Debido a que Satanás logra llevarnos a pensamientos de venganza, podrá llevarnos a pecados más mortales. Cometeremos transgresiones mucho peores que la falta de perdón.
El escritor de Proverbios aconseja: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11). En otras palabras, no debemos hacer nada hasta que nuestra ira se haya calmado. Nunca debemos tomar una decisión o llevar a cabo ninguna acción mientras todavía estamos enojados.
En Mateo 5:44-45, Jesús dijo a sus seguidores: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.”
Traemos gloria a nuestro Padre celestial cada vez que pasamos por alto las heridas y perdonamos los pecados que nos han hecho. Hacerlo construye el carácter en nosotros. Cuando perdonamos como Dios perdona, él nos traerá una revelación de favor y bendición que nunca antes habíamos conocido.