Dejando y Olvidando

David Wilkerson (1931-2011)

El mensaje del Espíritu Santo a la novia de Cristo en el Salmo 45 fue: “Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre” (Salmos 45:10). La pequeña y apacible voz susurraba: “No basta con dejar atrás el pasado. También debes olvidarlo todo. Deja atrás todo amor y distracción del pasado”.

Aquí el mensajero le dice a la novia: “¿Vas a hablarle meramente de labios para afuera después de la boda, o tu mente vuelve a cosas de tu pasado, viejos amigos, hábitos y amores? Si te comprometes con este matrimonio, no sólo debes dejar atrás tu pasado, sino que debes olvidarlo por completo”.

Cuando Jesús habla de aquel que “no renuncia a todo lo que posee” (Lucas 14:33), se refiere a aquellos que se apartan de él y se aferran a los ídolos. Un ídolo es cualquier cosa que posee nuestro tiempo, atención, amor o dinero.

Muchos maridos pueden decir con razón que son buenos proveedores, ¿verdad? Trabajan mucho y duro; y pasan tiempo de calidad con sus familias. ¿Cuánto tiempo le dedican a Jesús? ¿Tienen lo que yo llamo un “tiempo para dejar y olvidar” cuando reservan tiempo de calidad solo para Jesús? 

Muchas esposas también descuidan su tiempo con Dios. Han dado a sus maridos e hijos los mejores años de sus vidas. Son trabajadoras y fieles y cuidan bien de sus familias. Sin embargo, ¿cuánto “tiempo para dejar y olvidar” le dan a Jesús? ¿Cuántas horas a la semana se cierran al mundo y se acercan a él?

El problema no es la familia ni la carrera. Más bien, es relajarse, holgazanear sin rumbo fijo y perder el tiempo. Muchos miembros del pueblo de Dios gastan su tiempo ociosamente pasando tiempo con amigos o descansando frente al televisor. Perdemos tantas horas preciosas y descuidamos a nuestro Señor y Salvador.

Cuán celoso debe estar el Señor de todos nuestros otros amores, de todas las cosas que consumen nuestro tiempo y atención. El viejo dicho es cierto. No es lo “malo” el enemigo del cristiano, sino lo “bueno”. Es la familia, la carrera, el trabajo, los hijos. Estas cosas en sí mismas no se interponen entre nosotros y el Señor. No, es nuestra holgazanería. El Señor quiere su tiempo a solas con nosotros. Es fundamental que nos tomemos un tiempo y le prestemos toda nuestra atención. Él nos pregunta: “¿Me amas más que estos?” (Juan 21:15).