Dios que Redime Nuestro Pasado
Cualesquiera que sean las circunstancias de tu vida, Dios puede cambiarlas para su gloria. Este principio bíblico no es solo una teoría para mí. He conocido a muchas personas que fueron transformadas por Dios a pesar de los horrores de su pasado. Conozco especialmente a un joven del barrio más pobre de Montreal que experimentó esta magnífica y radical transformación.
La mayoría de los hombres de su familia eran alcohólicos violentos. Su padre estaba deprimido, perpetuamente sin trabajo y mostraba todos los síntomas del trastorno bipolar. Noche tras noche, este muchacho protegía a su hermano pequeño de la violencia de su padre. De adolescente, sin embargo, se convirtió en lo que siempre había odiado. El alcohol, las drogas, la ira, la delincuencia, la mentira y la violencia fueron su suerte. Hasta los diecisiete años, estuvo completamente fuera de control, decepcionando y lastimando a todos los que entraban en contacto con él. ¿Cuántas mañanas se había despertado en una sucia zanja de Montreal después de pasar la noche bebiendo y peleando? Más de las que podía contar.
Una noche, un policía le dijo a su madre: “No se preocupe, señora. Un día ya no lo tendrá en sus manos. Casos como él acaban en la cárcel o en el cementerio”.
Yo era ese chico. Mis circunstancias me predispusieron a reproducir el mal que tanto me había hecho sufrir. Sin embargo, Dios en su gracia vino a buscarme. Tomó mi corazón, quebrado por los golpes y la rabia, y lo transformó en su imagen. ¡Nuestro Dios transforma vidas!
Años después, todavía me considero muy imperfecto, pero las Escrituras prometen: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1: 6) . Dios me hizo un esposo fiel, un padre comprometido, un abuelo amoroso y un hombre de Dios dedicado a su servicio. Dios transforma las circunstancias y los corazones.
No te limites a lo que una vez fuiste. No limites a tus hijos a lo que son hoy. Dios es más grande que todo eso. Tu familia no tiene dolor que el Señor no pueda sanar. Declara esta verdad en tu corazón para tu cónyuge, tu familia, tus hijos y tu futuro. Si es cierto que todos nuestros traumas son relacionales, también lo son nuestras sanidades. Renovémonos en nuestra relación con Dios y con su pueblo. Lo que podría haber sido para nuestro daño, Dios puede y finalmente lo convertirá en bien.