Dios y Sus Caminos son Justos
A. W. Tozer dijo que cada problema que enfrentamos es en realidad un problema teológico. Extraño, ¿no? Se podría pensar que sería un problema psicológico, emocional o físico. Sin embargo, estoy de acuerdo con Tozer: El centro de la mayoría de nuestros problemas es teológico.
La teología dicta no sólo nuestro comportamiento, sino que define los valores fundamentales de nuestras vidas. Nuestro comportamiento, acciones, voluntad y emociones surgen de ahí. Si no entendemos que Dios es un Dios de gracia, entonces viviremos bajo condenación, culpa y vergüenza. Si no entendemos que él es un Dios de santidad, podemos terminar viviendo una vida cediendo principios porque sentimos que él no está preocupado por nosotros y que nuestras vidas no son gran cosa. Si no creemos que Dios es justo y equitativo, nos quedaremos sin dirección como plumas ondeadas por el viento.
La justicia es una palabra subjetiva para los humanos, pero no para Dios. Lo que Dios hace es justo, pero también surge de la rectitud de su propio carácter. Es el árbitro, la línea roja, la última palabra de equidad en todo el universo. Él es justo; por lo tanto, es imparcial. Él no discrimina. Él no ve la vida como la vemos nosotros los humanos porque, como fuente de todas las cosas, él está fuera del tiempo y el espacio.
No existe ninguna regla externa que Dios deba observar y cumplir. Más bien, él es la regla. En otras palabras, cuando Dios hace algo, se vuelve justo porque él define –él es– justicia. Cualquier cosa que quiera hacer se convierte en una acción justa en sí misma. Este es probablemente el problema más común y grave que la gente tiene con Dios. Lo medimos por nuestra percepción humana de él en lugar de comprender que él es el criterio con el que se mide todo y a todos.
Incluso en la cima de nuestro propio intelecto o experiencia, “vemos por espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12). ¡Sin embargo, hay esperanza más allá de nuestras débiles capacidades de comprensión! Dejarnos llevar y pasar tiempo con Dios son los superpoderes que brindan paz.
Cuanto más cerca estamos de Dios, más lo comprendemos y más sabemos que él es completamente digno de confianza. En lugar de enfurecernos contra él porque no cumple con nuestras expectativas, nos apoyamos y descansamos en él. Él es totalmente justo y bueno, y su amor por nosotros no tiene límite.