Desobediencia a la Palabra de Dios
“Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en aflicción y en hierros, por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová… Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones; cayeron, y no hubo quien los ayudase” (Salmos 107:10-12).
Estaban atados en aflicción porque se rebelaron contra Dios y rechazaron su consejo (ver Salmos 107:11). Amado, ¿podrías ser tú? Te has sentado bajo la predicación piadosa y el Espíritu Santo te ha traído convicción de pecado, pero aún así, eres miserable y continúas pecando.
Cuando una persona desobedece voluntariamente a Dios, nuestra tendencia es escondernos y encogernos de miedo. Podemos sentir que todo ha terminado y pensar: “Dios no puede usarme”. Cuando estés en esa condición, el diablo te susurrará: “No hay liberación para ti. Eres una de esas personas que nunca cambian. Dios ya está harto de ti; tu pecado le ha hecho ocultar su rostro”.
Satanás te golpeará con las Escrituras, citándolas todas erróneamente. Cuando te sientas en la iglesia, sólo escucharás el juicio, no la misericordia de Dios, porque estás bajo tanta condenación y temor.
No me refiero a personas que se esconden de Dios porque aman su pecado. Más bien, estoy hablando de cristianos que han sufrido una caída pero todavía sienten dolor y odio por su pecado. Algo dentro de ellos clama: “He herido a Dios”.
A este cristiano, la Palabra de Dios le promete: “Luego que clamaron a Jehová en su angustia, los libró de sus aflicciones; los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones. Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres… Porque quebrantó las puertas de bronce, Y desmenuzó los cerrojos de hierro” (Salmos 107:13-16).
Dios nunca ha ocultado ni ocultará su rostro ante el clamor de un hijo suyo. No importa cuán bajo hayas caído o cuántas promesas le hayas hecho y no hayas cumplido, él siempre oirá tu clamor de ayuda y te traerá nuevamente a una cercana comunión con él.