No Temas al Sufrimiento
La resurrección de Cristo fue precedida por un breve período de sufrimiento. Es una garantía de que nosotros vamos a sufrir. Hay dolor y tristeza. A menudo es la voluntad de Dios que suframos con sentimientos de vacío e incluso dolor. “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:19).
El problema es que nosotros no queremos sufrir ni ser lastimados. Queremos una liberación sin dolor, una intervención sobrenatural. “Hazlo, Dios”, oramos, “porque soy débil y siempre lo seré. Hazlo todo mientras yo sigo mi camino, esperando una liberación sobrenatural”.
Podemos culpar a los demonios de nuestros problemas. Buscamos a un hombre de Dios y esperamos que pueda expulsar al demonio para que podamos seguir nuestro camino sin más dolor. Queremos pasar rápidamente a una vida pacífica de victoria. Queremos que alguien nos imponga las manos y elimine toda la sequedad espiritual, pero a veces la voluntad del Señor es obrar a través de nuestras dificultades. La victoria no siempre está libre de graves sufrimientos. Mira tu pecado. Enfréntalo. La Escritura nos manda: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13).
También se nos promete: “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5). ¡Gracias a Dios, el sufrimiento siempre está justo un poco antes de la victoria final! Si soportamos nuestras pruebas con paciencia, podemos esperar recompensas dignas. “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10).
El amor de Dios exige una elección. Si Dios sobrenaturalmente nos sacara de cada batalla sin dolor ni sufrimiento, abortaría toda prueba y toda tentación; no habría libre elección ni prueba como por fuego. Sería Dios imponiendo su voluntad a la humanidad. Él elige encontrarse con nosotros en nuestra sequedad y mostrarnos cómo puede convertirse en el camino hacia una nueva vida de fe.