El Amor Echa Fuera el Temor
Muchos de nosotros hemos tenido experiencias formativas de ser rechazados, abandonados o heridos por otras personas. Son experiencias que sentimos no solo en nuestros pensamientos, sino en la esencia misma de quiénes somos y cómo vemos el mundo. Podemos decirnos cosas como “Oh, yo no soy un desamparado. No soy un paria” todo el día, pero eso no es suficiente para lidiar con el núcleo emocional que hay en nosotros. Necesitamos tener algo superior que nos libere del dolor emocional o de las acusaciones contra nuestro valor como hijos de Dios.
Muchas veces en la vida, he luchado con la sensación de no ser suficiente y me he dicho a mí mismo: “No me siento digno…”. Lo que me ha liberado de esa sensación de indignidad ha sido poner mi corazón en un poder superior. Esto es lo que quiero decir: si yo siento que no soy suficiente, entonces diré: “Quiero ser un hombre que derrame el amor de Dios sobre otras personas”.
Recuerda este versículo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…” (1 Juan 4:18). Creo que podríamos poner muchas cosas en lugar de “temor” en este versículo. El amor perfecto de Dios echa fuera la sensación de incompetencia. El amor perfecto echa fuera la soledad. El amor perfecto echa fuera la actitud defensiva.
¿Cómo podemos llegar a un estado de alegría y confianza perfectas? No creo que esto pueda surgir genuinamente de intentar confesar lo que nos impide alcanzar esas cosas o mirarnos al espejo y decirnos a nosotros mismos: “¡Soy digno! ¡Soy digno!”. Esas acciones no son lo suficientemente poderosas.
Sin embargo, volver constantemente a lo que Dios dice acerca de nosotros como sus hijos nos ayuda a no perder de vista su gran amor por nosotros. Luchar por ser un hombre de Dios y vivir como Jesús nos da algo más para superar esos dolores emocionales y dudas que podrían colorear nuestras decisiones. Por ello, la Escritura nos dice: “… renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:23-24).