El Cazador

David Wilkerson (1931-2011)

“… la mujer ramera… caza la preciosa alma del varón(Proverbios 6:26). La ramera de la que se habla en este versículo es Satanás. El diablo intenta seducir a todo aquel que tiene hambre del Señor. Persigue a aquellos que son preciosos para Dios.

Durante una cruzada evangelística en la Costa Oeste, conocí a un joven que era líder de una comunidad de brujos. Aunque este joven estaba profundamente involucrado en el ocultismo, no creía que Satanás o sus demonios pudieran poseerlo alguna vez.

Una noche, mientras trataba de dormir, vio horribles rostros demoníacos arremolinándose en el techo de su dormitorio, mirándolo con lascivia. Mientras se reunían como una nube y formaban un embudo, el joven se dio cuenta de que estaban a punto de entrar en su corazón.

Quedó petrificado, luego recordó algo de su infancia, así que gritó: “¡En el nombre de Jesús, váyanse!”. Todos los demonios desaparecieron.

La noche siguiente, esas fuerzas reunieron legiones aún mayores. Levantó la vista y vio que toda la habitación estaba llena de criaturas horribles y feas que formaban nuevamente un embudo. Esta vez, el joven se puso de pie sobre su cama y gritó: “¡Invoco la sangre de Jesús!”. Una vez más, los demonios huyeron en desorden.

El joven sabía que, si volvían, él no podría soportarlo. Llamó a un amigo cristiano y le pidió que lo acompañara a una de mis reuniones de la cruzada.

Durante el servicio, el joven líder de la comunidad tuvo convicción por el Espíritu Santo y entregó su corazón al Señor. Él testificó que, aunque su familia tenía antecedentes en lo oculto, recordaba que cuando tenía unos seis años, tenía un corazón para Jesús. “Recuerdo claramente haber ido al bosque detrás de nuestra casa y predicar con todo mi corazón”, dijo. He visto este mismo corazón por Dios en mis propios hijos y nietos. Yo tenía ese tipo de corazón cuando era niño, así que sabía exactamente de qué estaba hablando este joven.

De pronto, supe por qué el diablo había tratado de poseer a este joven y destruirlo. Era por lo precioso que era para Dios. ¡Oh, cuán agradecido estoy por la sangre de Jesús que salva y protege!