El Consolador Ha Venido

David Wilkerson (1931-2011)

Jesús llama al Espíritu Santo “el Consolador”. Una cosa es conocer al Espíritu Santo como nuestro consolador, pero también debemos saber cómo nos consuela, para que podamos distinguir qué consuelo es de la carne y qué consuelo es del Espíritu.

Considera a la persona que se siente abrumada por la soledad. Ella ora por el consuelo del Espíritu Santo y espera que ese consuelo llegue como un sentimiento. De hecho, lo imagina como una especie de repentino soplo del cielo, como un sedante espiritual para su alma.

Este sentimiento de paz puede llegar a él, pero a la mañana siguiente se ha ido. Como resultado, comienza a creer que el Espíritu Santo ha rechazado su pedido. ¡No, nunca! El Espíritu Santo no nos consuela manipulando nuestros sentimientos. Su forma de consolar es muy diferente y está claramente descrita en las Escrituras. No importa cuál sea el problema, la prueba o la necesidad, su ministerio de consuelo se lleva a cabo al traer la verdad. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13).

El hecho es que nuestro consuelo surge de lo que conocemos, no de lo que sentimos. ¡Solo la verdad rige sobre los sentimientos! El ministerio consolador del Espíritu Santo comienza con esta verdad fundamental: Dios no está enojado contigo; él te ama.

“La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). El significado griego aquí es aún más fuerte de lo que sugiere la traducción, diciendo que el amor de Dios “brota” en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Puede que estés llevando una carga insoportable causada por el miedo, la vergüenza, la tristeza, las aflicciones, las tentaciones o el desánimo. No importa cómo sucedió, se necesita consuelo. Este es el momento en que se escucha una voz, resonando por todos los pasillos de tu alma. Es la voz del Espíritu Santo que declara: “Nada puede separarte del amor de Dios”.

Una vez que lo crees, esta verdad rápidamente se convierte en una fuente de agua viva, barriendo todo tropiezo. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).