El Desafío de la Fe
Cuando leemos los primeros libros de la Biblia, tendemos a olvidar algo muy importante. Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob una patria donde les daría provisión. Él no cumplió su promesa como cualquiera hubiera pensado que lo haría. Lo olvidamos porque sabemos el final de la historia. ¿Quién hubiera pensado que 400 años de esclavitud en Egipto serían parte del cumplimiento de esa promesa? Sentimos que es difícil confiar en Dios cuando él no cumple sus promesas como pensamos que debería hacerlo o en el momento que queríamos.
Tomemos, por ejemplo, la historia de cuando los israelitas finalmente llegaron a la Tierra Prometida. Recibieron la ley en el monte Sinaí y órdenes de adoración. Ellos sabían lo que Dios quería de ellos.
Enviaron doce espías a la tierra; ya conoces la historia. Volvieron y dijeron: “¡La tierra es hermosa! Está fluyendo leche y miel”. Eso significa que había ganado y tenía suficiente vegetación y árboles frutales para que hubiera miel. Diez de los espías dijeron entonces: “No podemos soportarlo. Somos esclavos. No peleamos. Volvamos a Egipto. Teníamos ajos, puerros, cebollas; estábamos a salvo allí”.
Éste es el desafío de la fe.
Ahora te imaginarías que si Dios enviara 10 plagas y separara un mar frente a nosotros, confiaríamos en él. No, no, así es como nosotros funcionamos. No importa lo que Dios haya hecho por nosotros, la incredulidad se nos pega como hollín. Algunas personas dejan que Dios las salve del mundo, pero nunca caminan en fe ni entran en todas sus bendiciones.
¿Y tú? ¿Qué te pide Dios que le confíes hoy? Piensa en lo que ya ha hecho por ti. Piensa en lo que dice la Biblia que él ha hecho por su pueblo. Dios siempre es fiel a su pueblo.
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (Lamentaciones 3:22-26).