El Doloroso Poder del Perdón
George Müller dijo una vez: “La fe no opera en el ámbito de lo posible. No hay gloria para Dios en lo que es humanamente posible. La fe comienza donde termina el poder del hombre”.
Teresa y yo fuimos a Burundi poco después del gran conflicto étnico entre las tribus Hutu y Tutsi. Pudimos sentir la tensión en el momento en que llegamos a Burundi. Noté que no había perros como los que habíamos visto corriendo libremente en otras naciones africanas. Cuando pregunté al respecto, me dijeron que a todos los habían fusilado porque habían empezado a comer cuerpos humanos en las calles. Eso me recordó claramente lo recientes que estaban las heridas en este país.
El primer discurso público que hice fue ante una reunión nacional de pastores de varios miles de pastores hutus y tutsis. Hablé de la verdad de las Escrituras donde dice: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:20-21).
Continué. “Ustedes tienen la obligación de modelar la cruz de Cristo y enseñar el perdón, incluso para aquellos que han matado a sus seres queridos y que los matarían a ustedes”. Hubo un silencio de asombro cuando abrí el altar para aquellos que estaban dispuestos a perdonar.
Repentinamente, uno de los pastores se arrodilló y comenzó a llorar. Su gemido no se parecía a nada que yo hubiera oído antes. Todo lo que pude pensar fue que este debía ser el sonido de una persona que llega a casa y encuentra a su familia asesinada. Este grito inquietante y los sollozos posteriores se extendieron como fuego entre la multitud.
Entonces, desde lo más profundo del dolor, estalló un gozo increíble. Los sollozos dieron paso a bailes, gritos y abrazos. Fue sorprendente verlo. Dios había derribado las barreras entre ellos que hubieran sido imposibles de desmantelar en lo natural.
Si no amamos a otras personas, la Biblia dice que aún no somos perfectos en Dios. ¿De dónde sacamos el poder para hacer esto, para perdonar así? Proviene de Dios y de la fe en su poder para convertir nuestros corazones de las cosas viejas a su verdad.