El Espíritu Santo que Guía
Cuando las Escrituras dicen que el Espíritu Santo “habita” en nosotros, significa que el Espíritu de Dios entra y posee nuestros cuerpos, convirtiéndolos en su templo. Debido a que el Espíritu Santo conoce la mente y la voz del Padre, él nos habla los pensamientos de Dios. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13). ¡El Espíritu Santo es la voz de Dios para nosotros!
Si tienes al Espíritu Santo morando en ti, él te instruirá personalmente. Por favor, entiende que él no habla solo a pastores, profetas y maestros; él habla a todos los que siguen a Jesús. Esto es evidente a lo largo del Nuevo Testamento cuando el Espíritu Santo dirigió y guió a su pueblo, diciéndoles constantemente: “Id aquí, id allá… entrad en esta ciudad… ungid a tal persona…” Los primeros creyentes eran guiados a todo lugar y en todo por el Espíritu Santo.
El Espíritu nunca habla una sola palabra contraria a las Escrituras. Él nunca nos da una “nueva revelación” aparte de la Palabra de Dios. En cambio, él usa las Escrituras para hablarnos claramente. Él nos abre su Palabra revelada para conducirnos, guiarnos, consolarnos y mostrarnos las cosas por venir. La Palabra nos promete: “De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26-27).
Yo estoy convencido de que Dios habla solo a aquellos que, como Moisés, “vienen y están a su lado”. Esto significa que tenemos que pasar tiempo de calidad con el Señor todos los días, esperando que él abra completamente nuestro corazón para escuchar su voz, sin apurarnos en su presencia, creyendo que a él le gusta hablarnos. Él no nos ocultará nada, y nunca permitirá que seamos engañados o dejados en confusión.
Incluso en los momentos más difíciles, disfrutaremos de un tiempo de gran regocijo porque Dios se nos revelará como nunca antes.