El Evangelio Contagioso

Gary Wilkerson

Mi esposa y yo estábamos en nuestro restaurante favorito y comenzamos a hablar con una de las camareras. Siempre comenzamos con “¿Hay algo por lo que podamos orar por ti?”

Ella dijo: “Sí, de hecho. Estoy en la escuela, pero me veo obligada a mudarme de mi apartamento y necesito con urgencia, otro lugar donde vivir”.

Así que oramos por ella, y la siguiente vez que volvimos a ese restaurante, ella vino a decirnos: “Después de que ustedes oraron por mí, un amigo mío me llamó y me preguntó si quería mudarme con ellos”. Ella estaba muy feliz y mi esposa y yo le dijimos: “Jesús hizo eso por ti”. Ella no sabía quién era Jesús, así que le explicamos el evangelio y ella fue salva. 

Algún tiempo después, estábamos de regreso en ese restaurante y vino esta camarera. “¡Hola de nuevo! ¿Orarías por uno de mis amigos?” Había una joven con ella, así que inclinamos nuestros rostros y oramos por ella. Mientras hacíamos eso, un hombre preguntó: “¿Qué están haciendo?” Se lo dijimos y él dijo: “Yo soy ateo”.

Ofrecimos orar por él de todos modos, pero él protestó: “No, no quiero ninguna oración”.

La siguiente vez que estuvimos allí, la camarera y su amiga nos vieron y vinieron de inmediato. Explicaron que su chef había tenido un grave accidente automovilístico y apenas podía caminar, y querían saber si oraríamos para que Jesús le sanara la espalda. Él salió caminando muy despacio y estábamos orando por él cuando el ateo se acercó y dijo: “También podrías orar por mí”. Llegó al punto en que, cuando mi esposa y yo íbamos a ese restaurante, había una fila de personas pidiendo oración.

Jesús ama a su pueblo y quiere tocar nuestras vidas. Cuando le preguntamos a Jesús: “¿quieres…?”, esa pregunta a menudo se convierte en: “¿Quién es Jesús?” Esa es la pregunta favorita de Jesús; él siempre responderá a quienes honestamente se lo pregunten.

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto” (Juan 14:6-7).

 
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