El Mensaje de la Cruz

David Wilkerson (1931-2011)

El pecado de idolatría atrajo la terrible ira de Dios sobre su propio pueblo. Lo enfureció más que cualquier otro pecado del Antiguo Testamento, tanto que declaró: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira” (Jeremías 7:18).

Esta es la declaración de Dios contra la idolatría en el Antiguo Testamento, y Él aborrece la idolatría con la misma intensidad en la actualidad. Esto hace que su ira caiga sobre cualquier generación, incluida esta generación moderna.

Una nueva idolatría está extendiéndose por el mundo en estos momentos. No, ya no vemos gente arrodillándose ante imágenes talladas; en cambio, esta idolatría moderna seduce a multitudes con su sutileza y astucia, pero enfurece a Dios más que cualquier idolatría del Antiguo Testamento.

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:6-8).

Este “evangelio diferente” que menciona Pablo es un mensaje de salvación sin la cruz. La gran idolatría de nuestros días es el rechazo del mensaje de la cruz de Jesucristo. La cruz, incluidas sus exigencias y esperanzas, es el corazón mismo del evangelio. Cualquier culto, cualquier comunidad, cualquier cosa que se llame a sí misma iglesia es una idolatría flagrante si la cruz no está en su centro. Tal culto es de otro espíritu por completo y Dios no tendrá nada que ver con él.

Sin la cruz, lo único que queda es paja, un evangelio pervertido, algo que proviene del abismo del infierno. Es más insultante para el Señor que la idolatría de Israel.

Cristo dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Este “levantamiento de la tierra” que menciona Jesús es su crucifixión. Fue levantado ante todo el mundo en la cruz, una imagen de su gran sacrificio por nuestros pecados. Amados, pongamos nuestro corazón en la cruz de Jesucristo, el evangelio verdadero y viviente.