El Poder y la Simplicidad de la Oración
¿No te encanta escuchar a un niño orar? Muchos de nosotros podemos recordar orar cuando éramos niños. Entonces era sencillo porque nuestros jóvenes corazones se acercaban a Dios con una franqueza dulce y desprevenida. “Gentil Jesús, manso y tierno, mira a este pequeño niño”. A medida que crecimos, nuestras oraciones cambiaron. Buscamos orientación en los padres u otros creyentes o líderes de la iglesia sobre las formas maduras y “correctas” de orar.
Tristemente, muchos de nosotros ahora encontramos que la comunicación pura y clara con Dios que tuvimos cuando éramos niños ha acumulado algo de estática en el camino. Los negocios y los peligros de la vida han contaminado nuestra capacidad de hablar con Dios y oír de él. La estructura y las etiquetas intimidatorias como “intercesor” y “guerrero de oración” se han infiltrado en la cultura de nuestra iglesia, lo que aumenta la presión. Hemos perdido nuestra propia voz, y la oración ahora se siente como un quehacer.
¡Si pudiéramos oír el corazón de nuestro Señor! “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí.” (Isaías 58:9). “Gírate y mira”, dice, “estoy aquí, a tu lado. Solo clama a mí; no necesitas instrucción ni habilidades”.
No importa cómo ores (meditación quieta, cantos de adoración, oraciones en un diario, conversaciones entre lágrimas), la conexión del alma es la misma. Personas de todo el mundo están orando en este momento. Están gritando, cantando, susurrando en catedrales y carpas, penthouses y prisiones. A algunos les gusta caminar y orar; algunos solo pueden sentarse y pronunciar las palabras en silencio. A Dios no le importa. Lo que le encanta es que estemos reconociendo su presencia y compartiendo lo que está en nuestros corazones con él. Como dice mi amigo el pastor Carter Conlon: “Para mí, orar es tan natural como respirar”.
Considera las palabras de David: “Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Salmos 139:3-4). Este hermoso capítulo es un poema de alabanza a un Dios que nos conoce íntimamente y quiere nuestra compañía. Aquí estoy. Habla conmigo.
¿Anhela tu corazón volver a esa relación dulce y sin adornos con Dios? ¿Deseas una vida de oración que te ancle y te sostenga? Puedes tenerla hoy. Comienza con un corazón abierto y palabras simples y honestas. Él te encontrará allí.