El Primero y el Último
Jesús contó una parábola que molesta a mucha gente hasta el día de hoy. Describió al dueño de un viñedo que contrataba gente durante todo el día, pero aquí está el problema: el dueño les daba a las personas que contrataba al final del día el mismo salario que a los que trabajaban todo el día (ver Mateo 20:1-16). Nos enojamos leyendo esta historia. ¿Por qué? Porque no es justo.
La historia termina con Jesús diciendo: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros” (Mateo 20:15-16). Realmente luchamos con este principio del reino. Sentimos que merecemos más que otras personas. La mayoría de nosotros no diría que somos los mejores, pero todos nos sentimos mejores que al menos algunas otras personas, porque somos más inteligentes que ellos o trabajamos más duro o lo que sea.
Entonces Dios se da vuelta y bendice a alguien que no es “tan bueno” como nosotros. Nos enojamos con Dios. Sentimos que tenemos que pelear por las bendiciones.
Mira la historia de Jacob y Esaú. Mientras nacían, Jacob agarró el calcañar de su hermano mayor. Incluso entonces estaba luchando por una doble porción tirando a su hermano hacia abajo. Sin embargo, piensa en la promesa que Dios le había hecho a la madre de Jacob. “Dos naciones hay en tu seno… un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”. (Génesis 25:23). Si Jacob hubiera tenido éxito, habría servido a Esaú. ¿Alguna vez has pensado en eso?
Eso es lo que nos pasa cuando intentamos abrirnos paso a codazos hasta llegar al frente. Cuando luchamos por llegar a una posición de poder y autoridad sobre los demás, terminamos haciéndonos daño a nosotros mismos.
Probablemente hayas escuchado la parábola del pródigo. El hijo menor desperdició toda su herencia y luego volvió y su padre lo colmó de bendiciones. El hermano mayor se enojó porque no es justo. ¿Qué le dijo el padre? “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (Lucas 15:31). Dios nos está diciendo: “Solo confía en mí. Tengo bendiciones para el hermano menor, los menores; pero hermanos mayores, tengo suficientes bendiciones para ustedes también”. Dios tiene más para darnos de lo que nosotros podemos recibir.