El Remedio para el Pecado
“Señor, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues en tu furor” (Salmos 38:1).
En el Salmo 38, David se dio cuenta de que necesitaba ser reprendido por sus pecados, pero escribió: “Dios, por favor no me reprendas en tu ira”.
Como padres, disciplinar a un hijo con rectitud es un acto de amor. Significa corregir, reprender y poner orden piadoso en la vida de un joven. En este caso, David sabía que necesitaba la justa reprensión y disciplina de Dios.
Amigo, ¿estás dispuesto a decir: “Dios, necesito tu reprensión”? ¿Estás dispuesto a dejar que Dios tenga acceso a tu día, semana, mes o esta etapa de tu vida en la forma en que estás viviendo? Cuando David dijo: “No me reprendas en tu enojo, ni me disciplines en tu ira”, no estaba diciendo: “No me disciplines”, sino más bien: “No me disciplines en tu enojo”.
La ira de Dios es el derramamiento de su abundante juicio sobre un pueblo. Es la ruptura de una relación entre él y nosotros a causa de nuestro pecado que lo aflige. Un pecado del que no nos arrepentimos es lo que nos hace caer bajo la ira vengativa, agresiva y furiosa de Dios.
David continuó diciendo en Salmos 38:3: “Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado”. David entendía que él no gozaba de salud mental, física ni emocional a causa del pecado. Al igual que David, nuestra admisión del pecado dice: “Señor, corrígeme y muéstrame tus caminos. Muéstrame las áreas de mi vida que te causan dolor y restáurame”.
Si David, un hombre conforme al corazón de Dios, pudo mirar su pecado con un corazón arrepentido, ¿no deberíamos ver nosotros la seriedad y el dolor de nuestros pecados? Dios quiere arrancar las zonas oscuras de tu corazón, mente, cuerpo y alma para que puedas ver una luz mayor. Tienes que arrancar de raíz las cosas que no pertenecen antes de recibir el gozo de las cosas que sí pertenecen.
Si te falta gozo, deleite y libertad espiritual, tal vez sea porque no le estás pidiendo a Dios que te discipline en su justicia. El pecado entristece a Dios, pero su remedio es la misericordia, el perdón y la salvación de Dios.