El Sacerdocio del Nuevo Templo
Lee atentamente Ezequiel 44:15–16; el profeta se refiere a un hombre llamado Sadoc que sirvió como sacerdote durante el reinado de David. El nombre hebreo Sadoc significa “derecho o justo”. Este hombre justo nunca vaciló en su fidelidad a David o al Señor. Estuvo al lado del rey y de la Palabra de Dios en las buenas y en las malas. Sadoc siempre se mantuvo leal a David porque sabía que el rey era el ungido del Señor.
Debido a que Sadoc permaneció fiel en todo, él llegó a representar un ministerio que se distingue por su fidelidad al Señor. De hecho, Sadoc fue un excelente ejemplo de un verdadero ministro de Dios: apartado de este mundo, encerrado con el Señor y constantemente oyendo del cielo.
Los verdaderos nuevos sacerdotes del templo son fieles para presentarse ante el Señor antes de presentarse ante la congregación. Pasan horas preciosas en la presencia del Señor hasta que están saturados con un mensaje que ha sido grabado a fuego en sus almas. Cuando emergen de la presencia de Dios, pueden hablar directamente al corazón de la gente porque esa palabra ha venido directamente del trono de Dios.
El Señor dice del sacerdocio de Sadoc: “Estos ministros entrarán en mi santuario y se presentarán ante mí. Se acercarán a mi mesa y me ministrarán. Seré fiel en dirigirlos; y les daré mi palabra para mi pueblo”.
De hecho, vemos el eco del “sacerdocio de los creyentes” a lo largo de los libros del Nuevo Testamento. Juan nos dice: “[Él] nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:6). Pedro escribe: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).
Quizás tú no tengas credenciales ministeriales de ningún cuerpo eclesiástico. Puede que nunca hayas ido a un seminario o predicado un sermón. Aun así eres llamado y ordenado para servir en el sacerdocio de Sadoc como el predicador o evangelista más conocido. Ambos Testamentos lo dejan muy claro: cada uno de nosotros debe ocupar el oficio de sacerdote y desempeñar los deberes de un sacerdote.
¿Cómo vas a hacer esto? Lo haces ministrando primordialmente al Señor. Ofreces sacrificios de alabanza y servicio a Dios, entregándole todo tu corazón, tu alma, tu mente y tus fuerzas. Él te ha llamado a ser parte de su real sacerdocio.