El Santo Dios de la Misericordia

Carter Conlon

Muchos de ustedes analizan su propia vida y determinan que no son dignos de misericordia. Esa es una aflicción común. El peligro es que se están poniendo en el lugar de Dios y decidiendo: “Si yo fuera Dios, no me concedería misericordia a mí mismo”.

Veamos Ezequiel 22, la nación de Israel se hallaba en una situación terrible. La letanía de crímenes y abusos que el profeta escribió hace que uno quiera cubrirse el rostro y llorar. Vemos esta situación y decimos: “Dios, sin duda esta nación merece juicio”.

Aun cuando Israel se encontraba en esa condición miserable, Dios estaba buscando una oportunidad para mostrar misericordia. “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ezequiel 22:30). No había nadie que estuviera de acuerdo en que Dios podía mostrar misericordia.

A veces te miras al espejo y piensas en lo que has estado haciendo en la última semana, mes o año, y dices: “Dios, seguramente merezco tu juicio por las cosas que he dicho y por la forma en que he estado viviendo”.

Nunca podrás ganarte la misericordia. Solo existe si es lo único que queda. Antes de ese punto, estás trabajando por algo, pero es un pago, no misericordia. Jesús no vino por ti porque lo tienes todo bajo control, sino porque no lo tienes. Él dijo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32). Él vino por aquellos que no tienen planes y que están en el estado más débil en el que jamás hayan estado.

Cuando llegamos al punto en que no podemos seguir adelante, Dios dice: “Bueno, déjame hacerlo por ti”. La Escritura nos dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” (Efesios 4:7-8). Él tomó cautiva nuestra cautividad y nos dio habilidades que solo pueden venir de Dios para que seamos personas que no podríamos ser sin Dios. Se nos dice que ahora somos justos por medio de Jesucristo y se nos dio la promesa de vida eterna en la presencia de Dios.