El Viento del Espíritu
Los hombres y mujeres que se dirigían al Aposento Alto el día de Pentecostés (ver Hechos 1 y 2) amaban mucho a Jesús. Habían sido enseñados en la escuela de Cristo por el mismo Señor. Algunos habían realizado milagros, sanado enfermos y echado fuera demonios. Eran compasivos y amantes de las almas, pero aún no estaban calificados para ser sus testigos.
Ellos habían estado cerca cuando él sudó gotas de sangre, lo vieron colgado en la cruz y se pararon frente a su tumba vacía. ¡Incluso habían observado con asombro cómo ascendía al cielo! Sin embargo, todavía no estaban listos para representarlo. ¿Por qué? Porque necesitaban el poder del Espíritu Santo para enfrentarse a los temibles y corruptos líderes religiosos de la época.
La experiencia del Aposento Alto, el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles y otros seguidores de Jesús, marcó toda la diferencia.
Escucha la poderosa declaración de Pedro a los principales sacerdotes: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32). A través de las palabras del Espíritu Santo hablando a través de Pedro, los sacerdotes “se enfurecían y querían matarlos” (Hechos 5:33).
Esteban vino después, lleno del Espíritu Santo, y se enfrentó a la corte del Sanedrín justo antes de su muerte. ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros… Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él” (Hechos 7:51, 54). Cuando salgas de buscar a Dios lleno de su Espíritu, podrás pararte valientemente ante cualquiera, y tu testimonio provocará una de dos reacciones. O clamarán: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” o se resistirán y te desafiarán. Hablarás palabras que cortarán el corazón.
Los milagros no residen dentro de las paredes del edificio de una iglesia. El poderoso viento del Espíritu sopló llevando a todo el pueblo a las calles, al mercado. Si hubiéramos estado en el Aposento Alto buscando avivamiento, viento sobrenatural y lenguas de fuego, habríamos sido dirigidos afuera a 120 testigos en las calles, predicando a Jesús en el poder del Espíritu Santo. Ahí es donde está el avivamiento. Ese es el derramamiento. El viento, el fuego, el Espíritu, ¡ahora está en los testigos de Dios!