Entra en el Arca
El 9 de abril de 1680, el gran predicador puritano John Owen pronunció el siguiente mensaje a su congregación: “Sabéis que durante muchos años, sin falta, os he estado advirtiendo continuamente de un tiempo calamitoso que se aproxima, y considerando los pecados que han sido las causas de ello… Les he dicho que el juicio comenzará en la casa de Dios, que Dios parece haber endurecido nuestros corazones por su temor… y que nadie sabe cuál será el poder de su ira. En todas estas cosas, os he predicho tiempos peligrosos, angustiosos y calamitosos… Todos estos yacen ahora a la puerta y están entrando sobre nosotros”.
Dios sí envió sus terribles juicios sobre esa sociedad. John Owen vivió para llorar por una catástrofe de fuego que asoló Londres.
Sin embargo, antes de que ocurrieran estos desastres, Owen clamó fielmente desde su púlpito: “Voy a mostrarles cómo debemos comportarnos en y bajo las angustiosas calamidades que se avecinan y que pueden llegar, puede ser, hasta el mismo cuello”. Vivimos en un tiempo así hoy, y solo hay una respuesta a la tormenta que se avecina: “¡El justo por la fe vivirá!”
Owen amonestó a su pueblo con lágrimas en los ojos: “Consíganse un arca. Preparad un arca para vuestra seguridad y la de vuestras familias. El arca es Jesucristo. No hay otro camino… Porque Isaías, el profeta, dijo de nuestro Señor: 'Y será el hombre [Cristo] como un escondite contra el viento, y un refugio contra la tempestad, como ríos de aguas en un lugar seco, como las sombras de una gran peña en tierra calurosa”. ¡Esa es nuestra arca! Bienaventurados los que confían sólo en él… No conozco seguridad, ni liberación, en las pruebas y aflicciones que vienen sobre la tierra sino en creer a Cristo como nuestro único refugio”.
Es posible que veamos peligros por todos lados, pero tenemos una guardia feroz de ángeles que nos rodean y un Dios que está bajo juramento de ayudarnos a superar cualquier adversidad.
¿Quieres enfrentar la tormenta que se avecina con acallada confianza y tranquilidad? No intentes salvarte a ti mismo. Más bien, encomienda tu vida por completo al cuidado de Dios. ¡Él es nuestro pastor amoroso que es fiel para ayudarnos! Fija tus ojos en Jesús. Sólo Él es nuestra esperanza.