Escucha, Oh Señor

Mark Renfroe

No soy muy buen cocinero, pero sé esto: los ingredientes de una receta no son lo único importante para preparar una comida deliciosa. Puedes tener todos los ingredientes correctos, pero si no sigues las instrucciones, terminarás con algo distinto a lo que querías. Si bien nunca quiero reducir la oración a una fórmula, Dios nos da un maravilloso modelo de cómo orar en tiempos difíciles en el Salmo 27.

Este Salmo nos da una idea de la oración de David por liberación cuando huía de Absalón. ¿Puedes imaginar lo que estaba pasando en el corazón de David? No solo estaba tratando de preservar su vida y la de sus seres más cercanos, sino que también estaba lidiando con el dolor de la traición. Si bien el rey de Israel tenía una relación complicada con su hijo, antes no lo habría puesto en la columna enemiga. Todo eso había cambiado. Absalón no solo quería el trono; quería la cabeza del rey.

Considerando las circunstancias de David, uno podría esperar que sus primeras palabras a Dios fueran “¡Ayúdame!”. Si bien finalmente llega a ese punto, comienza su oración centrándose en el carácter de Dios. Relata el carácter y los atributos de Dios. Se recuerda a sí mismo que Dios es su luz, salvación, fortaleza, refugio y libertador. Basado en el carácter de Dios, hace declaraciones de fe, diciendo: “Él me esconderá. Él me protegerá. Él levantará mi cabeza sobre mis enemigos. Por eso, cantaré y haré sacrificios”. Él reconoce que saldrá victorioso de esta situación, pero no será por su fuerza o destreza militar. Será por su fe inquebrantable en la liberación de Dios.

¿David da por sentado esta salvación? No. Él presenta su situación ante Dios, pero no antes de haber centrado su corazón y su mente en Dios en lugar de en sus circunstancias. Él proclama: “¡Escucha, Señor!”. Él reconoce su absoluta necesidad. Sabe que su única esperanza es Dios y se dirige a él en busca de ayuda. Su oración tiene un tono de desesperación. “No me entregues a la voluntad de mis enemigos;

Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad” (Salmos 27:12).

Cuando te encuentres en una gran necesidad, acude a Dios. Concéntrate en Él. Confía en Él. No olvides llevarle tus necesidades. Seguir este patrón no solo honra a Dios, sino que también te ayudará a proteger tu corazón y tu mente del temor.

 
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