Esperanza para los Quebrantados de Corazón

Gary Wilkerson

Todos conocemos a cristianos que perdieron su matrimonio, su negocio fracasó, sus hijos se alejaron de la fe o su cónyuge murió. A pesar de sus súplicas más desesperadas a Dios, sintieron que su mundo se desmoronaba. Sin embargo, el poder sanador de Dios los consoló a pesar de todo, restaurando su corazón quebrantado y devolviéndoles la vida.

Uno de los ejemplos más claros de esto es una mujer que ha inspirado a generaciones: Joni Eareckson Tada. Joni quedó paralizada tras un accidente de clavado y quedó confinada a una silla de ruedas. Ella oró por una sanidad física que nunca llegó. Sin embargo, se produjo una gran sanidad, no en el cuerpo de Joni, sino en su corazón.

La fe de Joni creció y llevó una vida de vigor, vitalidad, alegría y gratitud a Dios. Su testimonio y ministerio llevaron a multitudes a la fe en Cristo. A pesar de todo su sufrimiento, Joni nunca dejó de creer que el Señor podía sanarla. Luchó con él por ello, pero en última instancia sabía que Dios era bueno y que tal vez él decidiría no sanarla. Escribió sobre sus luchas, pero también sobre su paz con el señorío de Dios sobre su vida.

Muchos de nosotros albergamos esperanzas desesperadas que simplemente no se hacen realidad. A menudo pensamos: “Dios está aquí para consolarme, pero no para cambiar mi situación”. Me duele oír a la gente decir esto. Creo que cierran la posibilidad de una cierta esperanza que es fundamental para nuestra fe.

Dios se ocupa de cambiar nuestras circunstancias. Él es quien marca la diferencia en el rumbo de nuestra vida. Ese es el corazón del evangelio y nunca podemos perderlo de vista. Dios es fiel y, cuando hace una promesa, está garantizado que se cumplirá. Las promesas de Dios no son lo mismo que nuestros deseos o ambiciones. Podemos sentirnos descorazonados por un sueño frustrado, pero nunca veremos una promesa que Él rompa. Su palabra es firme y segura, y no puede ser frustrada.

La verdad es que la obra de Dios en nuestras vidas trasciende nuestro entendimiento. El salmista escribió: “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;

Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí” (Salmos 42:7). Nuestras mentes no pueden captar la suficiencia del poder del Espíritu para sostenernos y restaurarnos a través de nuestras pérdidas y pruebas.

Amigo, Jesús tiene algo más para ti. Su poder para tocar tus sueños rotos es mayor de lo que te puedas imaginar.

 
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