Fe en el Perdón de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Como cristianos, somos rápidos para ofrecer la gracia de nuestro Señor al mundo, pero a menudo nos la repartimos escasamente. Para mí, esta es la parte más difícil del perdón.

Considera al rey David, quien cometió adulterio y luego asesinó al esposo para encubrir su ofensa. Cuando su pecado fue expuesto, David se arrepintió y el Señor envió al profeta Natán a decirle: “Tu pecado ha sido perdonado”. Aunque David sabía que había sido perdonado, él había perdido su gozo. Él oró: “Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido… Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmos 51:8,12).

¿Por qué David estaba tan perturbado? Este hombre había sido justificado ante el Señor, y tenía paz a través de la promesa de perdón de Dios. Es posible que tus pecados sean borrados de los libros de cuentas de Dios, pero no de tu conciencia. David escribió este salmo porque quería que su conciencia dejara de condenarlo por sus pecados. David no podía perdonarse a sí mismo. Ahora estaba soportando el castigo por aferrarse a la falta de perdón, una falta de perdón dirigida hacia sí mismo, y eso era una pérdida de gozo. El gozo del Señor nos llega como fruto de aceptar su perdón.

Me ha impactado mucho la biografía de Hudson Taylor. Taylor fue uno de los misioneros más efectivos de la historia, un piadoso hombre de oración que estableció iglesias en todo el vasto interior de China. A pesar de esto, él ministró durante años sin gozo. Estaba abatido por sus luchas, agonizando por anhelos secretos y pensamientos de incredulidad.

En 1869, Taylor experimentó un cambio revolucionario. Él vio que Cristo tenía todo lo que él necesitaba, pero ni sus propias lágrimas ni su arrepentimiento podían desatar en él dichas bendiciones. Taylor reconoció que solo había un camino a la plenitud de Cristo: la fe. Cada promesa que Dios había hecho con el hombre requería fe. Taylor tomó la determinación de despertar su fe, pero incluso ese esfuerzo resultó en vano. Finalmente, en su hora más oscura, el Espíritu Santo le dio una revelación de que la fe no viene por el esfuerzo, sino por reposar en las promesas de Dios. Ese es el secreto de acceder a todas las bendiciones de Cristo.

Taylor se perdonó a sí mismo por los pecados que Cristo había dicho que ya habían sido arrojados al mar. Debido a que reposó en las promesas de Dios, él pudo convertirse en un siervo gozoso, echando continuamente todas sus ansiedades sobre el Señor.

 
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